¿Más allá del horizonte?

Por Damián Faccini

Marinero, cuenta la historia de un grupo de mujeres que podrían ser una sola.

Si todo hecho artístico que nos conmueve o produce algo fuera llevado al cine o al teatro, las abultadas y complicadas agendas de los periodistas de espectáculos y la variada e infinita oferta para los espectadores sería agotadora.

La existencia de un teatro “under”, basado en su mayoría en puestas y vestuarios simples y espacios reducidos, genera cada vez más este tipo de fenómenos. Fenómenos que afortunadamente son superados por obras maestras de la economía de recursos de las cuales ya hemos hablado en otras columnas. No es este el caso.

“MARINERO” cuenta (si el termino se aplica a la presente pieza) la historia de un grupo de mujeres de diferentes edades cuyas soledades y pesares parecieran coincidir y que podría sin ningún inconveniente tratarse de una misma mujer representada en distintas etapas de su vida. Y lo hace desde una concepción estática, casi pictórica, donde los personajes apenas si se mueven, fijan la vista en un horizonte lejano y contienen la emoción y sus impulsos más vitales. Solo han de variar su posición gestual y corporal, para enfatizar determinada línea que lo merezca y no irrumpir con el cuidado cuadro.

No es la historia algo que despierte una curiosidad absoluta e inevitable, ni son sus interpretaciones una proyección de imágenes constante que nos permita olvidar y nos aísle al menos por los cuarenta y cinco minutos que dura la obra, de un simple sofá con cinco mujeres y dos luces de escenario. Más allá de reconocer el esfuerzo por instalar y mantener un clima de depresión, desesperación y espera, el espectador aguarda la vuelta de tuerca, un nuevo ritmo. En definitiva, lo que cualquier persona espera de un hecho dramático y eso es: QUE PASE ALGO, más allá de lo que el dramaturgo y puestista consideró para si mismo “interesante”.