Aprender a volar

Por Damián Faccini

Teatro para pájaros.

Encontrarse con “Teatro para… presupone para quienes estamos relacionados con el medio o lo hemos estado en alguna oportunidad, un entretenimiento asegurado. Se hace difícil no caer en la tentación de recordar los ensayos teatrales, las tardes de improvisación, los desplantes e histeriqueos propios de la profesión del actor, los clichés y las muletillas de estas personas construidas de “la materia de los sueños”. Enseguida asistimos en carácter de cómplices a cada línea de texto y movimiento en escena como si nos miráramos al espejo y al mismo tiempo, por momentos, disfrutamos tanto de nuestra naturaleza como nos lamentamos de los errores propios de la misma.

Para el espectador común y corriente, aquel que jamás ha atravesado el universo de las tablas, ni memorizado un texto que se quedaba en la mente pero que era imposible expresar a través de las palabras y la expresión corporal, resulta un reto. Aquel que no entiende el complejo mundo de los “contactos”, “palancas” y engranajes por medio de las cuales se llega a la “fama”. El que no ha experimentado “vivir en arte” (sic). Ese espectador se encuentra al menos los primeros veinte minutos de obra presa de una desorientación digna de observar como si se tratara de un personaje más actuando desde la platea. Puede percibirse esto en su mirada desencajada, en su gesto incómodo que refleja algo parecido a un “esto no es para mi”.

Sin embargo, superada esta particular barrera, tanto el perdido como el artista entendido se unen gracias a un texto que se sostiene mucho más por los arduos trabajos de interpretación que por la simple historia que cuenta.

El ambiente y la puesta en escena hacen también posible esta sensación de estar metidos por completo y la de manyar el código del teatro. Estamos alrededor de los personajes que son más personas que nunca y trabajando desde el estado visceral más puro, definen, al igual que dos púgiles, su vida en un cuadrilátero.

“Teatro para… no es precisamente una pieza que uno recomendaría a alguien que quiere “divertirse” o “pasar el rato” en el sentido mediocre de la palabra. Tampoco a aquellos que quieren zambullirse en el mundo del TEATRO INTELECTUAL Y CARGADO. Se trata de un híbrido que han de disfrutar los que tengan la mente abierta pero por sobre todas las cosas, un ansia de aleteo constante.