BAJO ONCE METROS DE CEMENTO

Por Damián Faccini

“Superficial profundidad”

En los últimos años el teatro argentino ha presentado propuestas varias, algunas muy acertadas y otras no tanto, en lo referente al holocausto. La presente obra no se encuentra ajena a la intención de retratar aquel gran pecado de la humanidad y elige para ello una estructura donde aquello que pudo haber sido contado como unipersonal, es abarcado por dos actrices que recrean presente y pasado de una misma figura: la secretaria de Hitler.
Esta elección resulta más que interesante en el comienzo de la obra, dado que plantea multiplicidad de posibilidades interpretativas e historias entrelazadas, pero conforme la misma avanza se deshace indefectiblemente a través de un hilo narrativo que podríamos advertir: simple, de información por todos conocida e intenciones que pretenden denotar aquello a lo que ya hemos asistido una y otra vez.
Cierto es que las actrices agotan cuanto recurso físico les es posible en un alarde de plasticidad más que interesante. Que la música incidental refleja lo patético de la época. Que la escenografía nos lleva a través de un viaje por el consciente e inconsciente del dictador y su secretaria. Pero eso no basta para terminar de generar una experiencia dramática, lo suficientemente compleja en el espectador. La redundancia y los lugares comunes opacan el mayor de los intentos.
Comprendiendo al teatro como un elemento que encuentra entre sus virtudes la de desarrollar el intelecto y ser por lo tanto una herramienta educativa, didáctica y pedagógica y asimismo no dejar por ello de entretener (algo que el mismísimo Bertolt Brecht sostenía desde su teatro) siento que para aquellos que aún desconocen el tema, la pieza no aporta nutritiva información ni invita a la curiosidad. A los que algo conocen, no sorprende o induce a sumergirse en una reflexión cuya profundidad sin ser de 11 metros, alcance al menos, unos cuantos centímetros subrepticios del texto.