Como un puñal en la carne (Plumas y Sangre)

Por Silvia Sánchez

En el Faena Hotel se está presentando Plumas y Sangre de Fabián de Luca, un intento de mostrar el desgarro a través del brillo.

En el suntuoso -y abrumadoramente rojo- Faena Hotel se está presentando Plumas y Sangre, una puesta en escena de Fabián de Luca -creador de Canciones Degeneradas- que cuenta con las muy buenas actuaciones de los actores-bailarines-cantantes, Alejandra Perlusky, Diego Bros y Christian Giménez.

Plumas y Sangre plantea una temática que toma a lo sangriento como tópico básico, a la vez que lo sitúa en el espacio de un cabaret. Con afán de homologarse con aquellos cabarets alemanes de entreguerras, el cabaret en cuestión no alcanza su cometido. Sin embargo, el marco del despampanante hotel -que hace de los excesos casi una razón de ser- suple las carencias miméticas de lo que es el cabaret en sí, aportando el glamour en calidad de contexto que envuelve y predispone.

La puesta es minimalista -sin decorado, sin objetos en el escenario- y el propio espacio del cabaret es precario con el imaginario que el espectador tiene de “esos” cabarets: sin embargo esa “mole” hotelera aporta un brillo y una suntuosidad de la cual es difícil sustraerse.

Garantizadas las plumas, lo sangriento no sólo está narrado a partir de las canciones (abandonos, duelos, amores contrariados, suicidios, prostitución) sino que también se hace presente en el cuerpo de los bailarines y en las danzas.

Con una apropiación del espacio escénico que aprovecha todos los recovecos del lugar -los diferentes frentes, la barra, el escenario, las columnas, el lugar de la orquesta- los tres intérpretes van narrando -con un hilo conductor sangrante pero no necesariamente lógico- sus pesares.

Siete músicos liderados por Gabriel Goldman acompañan el drama y a veces, logran una autonomía de la narración, creando climas de refinamiento y desgarro.

“Sólo quiero que me amen”, gritaba el revolucionario cineasta alemán Fassbinder. Y algo de ese dolor, de ese sangrar, de esa soledad que se torna grito, parece hacerse presente en la puesta de De Luca.

El aire de tango que infunde Goldman produce un feliz enredo: antihéroes a lo Fassbinder pero en criollo. Seres que buscan el amor en un espacio de opulencia y plumas. El lugar menos indicado.