Cuando las ganas no son todo…

Por Damián Faccini

Si el hecho de subirse a un escenario supone una exposición riesgosa, hacerlo vestido de mujer, aún más.

Si el sólo hecho de subirse a un escenario supone un sometimiento a la exposición absolutamente riesgoso, hacerlo vestido de mujer y en esta época de stand up comedies y monologuistas de todo tipo, aún más. No sólo por el miedo al ridículo (que aún el actor más avezado tiene) sino también por la proliferación constante de un género donde la cotidianeidad, lo pasatista y los textos allegados a un público que pretende diversión y no mucho más, se da en todos lados y lugar. Algunos superan el obstáculo de la dinámica de la televisión llevada al teatro, mientras que otros como es el caso, han de sobrevivir lo que la corriente de público de la sala y la publicidad les permita.

Bajo la premisa de cuatro amigos que deciden cambiar los “planes” del clásico viernes a la noche, uno de ellos idea un juego, que los hará entender mejor la psicología de las mujeres. Para ello, han de cambiar sus vestimentas varoniles por las de vistosos atuendos femeninos y de ahí en más contarnos las ya conocidas historias de mujeres, sus calvarios menopáusicos, histerias típicas y su inevitable relación con una especie inevitable llamada “macho”.

Con acertado ritmo por momentos, algunos buenos chistes y una “garra” por parte de los actores que no se pone en duda, la pieza transcurre en un universo algo repetido y conocido por todos. Cae en lugares comunes, donde se pide a gritos una mayor profundización de los temas y conexión con los mismos. Tenemos la sensación de asistir efectivamente al encuentro de cuatro amigos que quieren reírse un poco de todo, pero esto es algo que se manifiesta no precisamente por lo genial de las actuaciones, sino por lo bizarro de la puesta en escena (descuidada y desatendida por un “autor, director” que también actúa), por la mala dicción de los actores que mezclan vocablos y no se encuentran del todo con los desafíos que se le imponen y lo desprolijo de un texto cuyo principio, nudo y desenlace parecieran ser lo mismo. Se destacan, sin embargo, la actuación y el trabajo de Claudio Marcos Rojas en el papel de Quique, quien navega en este tumultuoso mar de inconvenientes y desde el timón de la buena actuación logra llevar a buen puerto sus personajes y la resolución de algunos cuadros que lo tienen de protagonista.

Poco antes de terminar la pieza, entre los cuatro amigos repiten una pregunta: “¿…pero entonces…para qué hicimos todo esto?”. Por momentos, uno se pregunta lo mismo.