El diccionario

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Por Fabián D´Amico

Conjunción perfecta y exquisita entre palabras, actuaciones y dirección.

Cada época tiene su estilo establecido dentro del arte y en cada uno de sus lenguajes específicos. El arte contemporáneo trae al mundo del teatro una nueva mirada sobre los discursos de los directores. Discursos que están plagados de acciones dramáticas pero en ocasiones vacíos de palabras. Relatos fraccionados que implican la participación activa de la audiencia y que muchas veces no dicen nada. Es por eso que cuando nos enfrentamos a un texto tradicional-inicio, desarrollo y final- interpretado por actores cuya proyección de la voz no necesita de micrófonos y tecnología para ser escuchada y una dirección detallista y centrada en que se dice y como se dice, podemos afirmar que hay espacios para el rescate del teatro como “palabra en acción”.

Esto ocurre con El diccionario, obra del novel autor español Manuel Calzada Pérez y estrenada en Buenos Aires en el teatro El Tinglado. El autor toma como disparador de su obra la vida de María Moliner, una investigadora del lenguaje español y autora del Diccionario del uso del español. La vida de esta mujer, de su lucha por la perfección de un libro al que no podía concluir y al hacerlo quedar insatisfecha con su resultado, de los avatares en el época del franquismo español cuando ser libre pensador era algo prohibido y de la no posibilidad de entrar en la academia de letras no por su falta de merito sino simplemente por ser mujer , esta retratada con una exquisita dramaturgia y narrada desde el presente, cuando ella empieza un tratamiento con un neurólogo por el inicio de su progresiva enfermedad, la arterosclerosis.

Las reuniones con un médico neurólogo frió, distante y adepto al régimen fascista; su trabajo constante y metódico con las palabras en busca de sus diversos significados y la relación con su marido catedrático marca el ritmo de la acción que transita sobre aceitados rieles desde el pasado al presente y viceversa de manera fluida y amena. La pieza no se centra en la biografía de una bibliotecaria “roja” sino que va más allá de los datos bibliográficos, bifurcándose el relato entre la atractiva pintura de una álgida época política española, la lucha por alcanzar un sueño anhelado y trunco y la devastación que causa la pérdida de la memoria e independencia motriz a alguien cuya vida esta centrada en su cerebro, en sus pensamientos y en las palabras.

Haciendo una analogía con la música, Calzada escribe una partitura bella y compleja que necesita de experimentados ejecutantes y una precisa dirección. La versión Argentina de su obra lo tiene y con creces. Oscar Barney Finn vuelve a mostrar su talento como director de actores y exquisito gusto estético en una puesta en escena tan desojada y minimalista pero cuidada hasta el último detalle. Su labor como director se ve reflejada en los precisos dibujos de los personajes que denota un trabajo previo de “mesa” detallista y como puestista y escenógrafo crea tres ámbitos bien delimitados, el consultorio, la casa y un espacio medio, de tránsito, donde la protagonista vive sus dolores, su tortura y un lugar donde se materializa su enfermedad, con una marcación exigente con una devolución magistral de la actriz.

El trío protagónico es de excelencia. Marta Lubos compone a una María plagada de matices, aguerrida desde la negación de su enfermedad y los enfrentamientos con su medico, pasando por los tortuosos recuerdos de los comienzos del régimen y conmoviendo con su amor y entrega hacia el hombre de su vida. Una labor maravillosa de la actriz, con un texto extenso y complicado que Lubos interpreta utilizando nobles herramientas como su preciosa dicción y un trabajo corporal encomiable. Junto a ella, Daniel Miglioranza como el gélido neurólogo y Roberto Mosca como el compañero de ruta de María, relegado frente a las palabras y los diccionarios ofrecen.

El diccionario abre un vínculo con el público hacia un teatro que algunos consideran como “teatro muerto” pero que brindara placer a quienes busquen en una pieza teatral, además de acciones dramáticas, una historia narrada desde las palabras, desde los actores y desde la dirección. Un material poco común y en desuso en nuestra ecléctica post-post modernidad que nos lleva sin dudas a los orígenes de quehacer teatral.