El juego en movimiento

Por Paola Rompato

Carambola

En la sala del Teatro La Comedia comenzaron las funciones de “Carambola”, el espectáculo infantil dirigido por Carolina della Negra.
Federico Fernández, Cora Alfiz, Alejandra Ceciaga, Fernando Rosen y Rodrigo Oses son los cinco jovencísimos acróbatas que llevan adelante con soltura este espectáculo de destreza circense.

Con total ductilidad, los gimnastas muestran variados números de acrobacia y malabares, valiéndose por entero de la plasticidad de sus cuerpos y acompañados de pocos y simples elementos -como banquitos, sogas, pelotas y un gran mástil para treparse- que enmarcan al audaz desenvolvimiento sobre el escenario.
La delicada destreza de los cinco jóvenes se desarrolla en total equilibrio con la sutil escenografía y el gracioso vestuario, los cuales se valen de la simple combinación de tres únicos colores: rojo, negro y blanco que son expuestos en todas sus gamas y bajo la forma de las más sencillas figuras geométricas, intercaladas con rayas verticales y paralelas en pantalones y remeras.

El hábil desenvolvimiento en el escenario, el encanto de la sugerente escenografía y la acertada simpleza del vestuario se combinan para hacer de “Carambola” un delicioso espectáculo, musicalizado por un atinado repertorio que abarca tanto melodías balcánicas como románticos sonidos de acordeones franceses.
Con “Carambola” la platea infantil (y la adulta también) se mantiene atenta todo el tiempo y no para de asombrarse una y otra vez con los divertidos juegos del cuerpo.
Así, comienzan las lecciones del buen payaso y se suceden típicos gags humorísticos. El papá explica, enseña, sugiere y –por qué no- impone. El hijo escucha, aprende, hace y sigue los pasos de su papá. Pero, en un momento, el alumno propone nuevas ideas. El maestro se mantiene intransigente, no quiere renovarse. Padre e hijo se enfrentan, discuten y, en un acto de rebeldía, el hijo se saca la nariz emblemática! Papá se muestra ofendido y escandalizado con ese gesto y, finalmente, con la vehemencia propia de la juventud, el hijo hace su propia rutina. El padre lo observa, se mantiene silencioso, piensa, frunce el seño. Luego, refunfuñando entre dientes, accede, acepta los cambios, reconoce que su hijo ha crecido.

Cosas de Payasos no hace ni más ni menos que describir la vida real, pero lo lleva a cabo con dulces ojos de niño y una acertada cuota humorística, que se sazona con abundante ternura, calidez y buen desempeño actoral.