El lindo Don Diego

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Por Fabián D´Amico

Sobresaliente trabajo de la compañía en El lindo Don Diego. Santiago Doria nos da nuevamente el placer de disfrutar de buen teatro.

La tecnología brinda un apoyo invaluable a los distintos lenguajes artísticos. En algunos casos cambian la circulación social del discurso artístico, en otros invaden hasta solapar textos y actuaciones.Nada de esto ocurre en El Lindo Don Diego, comedia del siglo de Oro español de Agustín Moreto que pude verse en el Centro Cultural de la Cooperación bajo la experimentada batuta de Santiago Doria, donde con mínimos elementos se logra una "artesanal" puesta en escena

Un grupo de excelentes actores toman la sana costumbre entrada en desuso de formar una “compañía” para volver a poner en escena comidas entrañables, cuyo patrimonio-el de crear una comedia nacional y abocarse al teatro clásico- debiera ser el del área estatal y no de una arriesgada y patriótica agrupación privada. Con el aval de un exitoso estreno anterior- La discreta enamorada- Doria emprende este nuevo desafío con una comedia menor a la de Lope de Vega pero efectiva y reidera.

Un padre preocupado por el futuro de sus dos hijas decide casarlas con sus primos. Ninguna de las jóvenes puede emitir opinión al respecto. La más joven acepta gustosa el arreglo, pero la mayor está enamorada de un amigo de su padre, que visita a diario su hogar. La llegada de los novios a la casa de sus prometidas complica los planes de la hija mayor, con el agravante que su futuro marido es un hombre engreído, egocéntrico y narcisista. Como en toda comedia que se precia de tal, una simpática pareja de mayordomos hace todo lo imposible para ayudar a la joven a eludir el compromiso con un sinfín de equívocos y confusiones.

Entradas y salidas, cambios de roles, nombre y géneros, diálogos cortos y efectivos, un vestuario de época y una cámara negra que con apagones cambian escenas y lugares, hacen la delicia de un público atento y muy exigido por el director en el uso de uno de los recursos más genuinos de los seres humanos y poco explotado: la imaginación. Doria crea una puesta en escena con un ritmo sostenido que requiere de mucha atención ya que las escenas, los lugares donde ocurre la acción y las travesuras de los empleados del servicio son vertiginosas y con apenas disminuir la luz de escena y unos apropiados acordes musicales se traslada el centro de acción de la casa al jardín, o a la casa de una exótica duquesa- aplausos sostenidos desde la platea y desde este humilde lugar para la gran Irene Almus-.

Doria no está solo en esta aventura. Cada uno de los integrantes de la compañía aporta desde su lugar un talento en vista a un resultado final preciso. Desde el protagónico de Francisco Pesqueira- con escena desopilantes y muy bien resueltas-hasta el menor aporte de cualquiera de los actores del elenco está diseñado con maestría por Doria y ejecutado magistralmente por cada uno de los intérpretes.

Utilizando un dicho popular es notorio y explicito que todos quienes forman parte del El lindo Don Diego tienen la “camiseta puesta del equipo” y gracias a ese sentido de pertenencia y amor hacia lo que hacen, es que la obra fluye de la manera que lo hace. Un placer gourmet para quienes amen el buen teatro.