El show de las divorciadas

Por Fabián D´Amico

Cinco mujeres reunidas en un salón, ensayando hasta altas horas de la noche, un día previo al estreno de un show. Ropa de ensayo, botellas de agua mineral, toallas y celulares, como elementos indispensables de sus existencias. Cinco banquetas como única escenografía de las vivencias de estos seres desvalidos, pero fuertes a la vez, como característica que pinta de cuerpo entero al “sexo débil”.

Una joven a punto de perder su relación, por la partida de su novio al extranjero, en busca de nuevos horizontes. Una sensual mujer, que solo se relaciona con jóvenes con el objetivo de poder procrear un hijo, antes de que su tiempo biológico se acabe. Una particular señora, cuya amargura por el abandono de su última pareja, se transforma en ironía y frialdad hacia sus compañeras. Una joven de 23 años, que tiene una relación con un hombre mayor, casado y con hijos. Un ama de casa, que después de 25 años de matrimonio, es abandonada por su marido, por una joven de 23 años.
Cuando uno se enfrenta ante este material, y comienza a adentrarse en la historia de cada una de ellas, una serie de preguntas invaden al espectador ¿Qué es lo que estoy viendo? ¿Una sesión de terapia de cinco patologías diversas? ¿Una catarsis colectiva sobre sendos abandonos? ¿Una obra de protesta feminista? ¿La versión de “A Chorus Line” femenina? ¿La adaptación autóctona de “Dando Pasos”? ¿Una manera comercial de reflotar el éxito de “Brujas”?

EL SHOW DE LAS DIVORCIADAS podría haber tomado el rumbo hacia una de las respuestas a esas preguntas, pero no lo hace. Es, nada más y nada menos, que una comedia musical. En ella, no habitan seres de almas perdidas, ni monstruos románticos, ni mucho menos fantasmas en busca del descanso eterno. Nos muestra mujeres de “carne y hueso”, con sus virtudes y defectos, con sus éxitos y fracasos. Seres reconocibles y cercanos, tal vez, nuestras madres, hermanas, novias, amigas.

Música, bailes, canciones y textos van mostrando, en una noche de nerviosismo, tensiones y “trapitos al sol”; las alegras y tristezas de estos personajes, pero de una manera, que hace mucho tiempo que en los musicales argentinos no se aprecia. El objetivo de éste musical es solo uno, pero valioso y difícil de llevar a cabo: ENTRETENER.

En base a un libro de Manuel González Gil y Alberto Alejandro, en donde la superficialidad en la psicología de los personajes y de las situaciones, es aceptable para género elegido, y con música de Martín Bianchedi, la cual uno sale tarareando al salir de la sala, EL SHOW DE LAS DIVORCIADAS tiene su sustento y mayor peso en las cinco actrices de la obra. Cada una dentro de su estilo, de su personalidad, de sus mohines, brindan actuaciones parejas y ajustadas a los roles requeridos. La magnifica voz y presencia escénica de Cecilia Milone, la gracia y el buen manejo del impactante físico de Catherine Fulop, el continuo crecimiento como actriz de una reconocida cantante como lo es Julia Zenko, el reencuentro con el desparpajo y la gracia nata de Ana Acosta sobre un escenario, y el deleite de una comediante chispeante y descubrimiento como bailarina de Anita Martinez, dan vida a estas criaturas adorables, queribles, comprensibles pero por sobre todo, divertidas.

González Gil como director, centra su labor en respetar y aprovechar las personalidades y el histrionismo de las actrices, equilibrando las situaciones dramáticas, con quiebres inmediatos de risas y carcajadas. Como puestista, potencia el clima de show de la obra, con la ayuda de la funcional iluminación de Roberto Traferri y la correcta, aunque esquemática, coreografía de Alejandra Simoes, obteniendo una puesta dinámica y despojada de elementos innecesarios

EL SHOW DE LAS DIVORCIADAS, un producto simple, lineal, ágil, cuyo cometido (ampliamente cumplido) es el de brindarle al público un espectáculo divertido, fresco, en donde las dos horas que dura el show pasen sin que el público se de cuenta, disfrute de buenas actuaciones, escuche música agradable, y salga del teatro con una sonrisa, producto ésta, de un teatro que todavía existe: el del buen gusto, el refinamiento, de la reflexión a través del humor y las buenas labores artísticas.