El tema fueron las piernas

Por Damián Faccini

Lo absurdo como línea general y auténtica para diálogos, movimientos e interacción entre personajes.

Si el texto, en compañía de las actuaciones, plantea desde un principio lo "absurdo" como línea general y auténtica para diálogos, movimientos e interacción entre personajes, dicho absurdo se consolida por completo cuando la obra se acerca al final y se apagan las luces. Es por ello que si hay algo que no se le puede criticar a la pieza, es la falta de coherencia, dentro de la incoherencia de su idea y mensaje.

Un detective ambicioso descubre un asesinato y le hace frente al "caso de su vida", al mismo tiempo que se entera que acaba de ser padre de una criatura de otro, debido a que su esterilidad se lo impide por completo. En la siguiente escena, un grupo de amigos se reúne en la casa de uno de ellos con el objeto de festejar un cumpleaños entre manoseos, erotismo y relaciones que no llegan ni llevan a nada. Pastillas de diseño de por medio, gritos, algo de música, la comida que nunca aparece, poco a poco van contando algo de la historia de cada personaje que pareciera ser en realidad, una misma y única historia. Pese a todo, conforme el relato avanza, aquellos diálogos que en un principio resultaron forzados, comienzan a deshacerse en los oídos con total fluidez y lo que en principio era locura, cobra una fuerza real y visceral ante un público que por momentos ríe histéricamente, en otros se asusta y finalmente intenta armar algo parecido a una historia.

La puesta de tipo tradicional plantea poco clímax y no acompaña lo hilarante de los textos mientras que la actuación de Verónica Koziura en el papel de Mariela y Adrián Murga como el detective aportan lo suyo.

Quizá el gusto amargo que deja la pieza no radique tanto en el desabrido mensaje, sino en que al igual que los protagonistas y los pollos... la obra no sabe del todo para que lado disparar.