Entrevista con Dan Breitman

Por Silvia Sánchez

En ese cuarto de Villa Crespo descansan miles de historias inventadas, tejidas con la pasión de los veintidós años.

Es que Dan no puede parar de soñar ni un minuto y de eso son testigos las cortinas de su cuarto -a las que llama telón- y todo cuanto de él este cerca.
Mamá y papá no se asombran cuando Dan atiende el teléfono al grito de "hotel dos corazones buenos días", acaso porque saben lo que es la vocación artística (el padre llegó a ser guitarrista de Sandro) aunque ahora papá Breitman venda casas y mamá gane dinero a través de la musicoterapia. No se asombran porque saben que a los dos años, el nene ya bailaba con el tocadiscos del abuelo, a los cinco hacía shows para los amiguitos del barrio que solo querían jugar al fútbol y a los doce debutaba en el mundo del espectáculo.
-La música parece ser parte de la familia...
-Sí, vengo de una familia de artistas y muy musical. Yo no creo en una felicidad grandilocuente pero si tuviera que definir cuando soy feliz, te diría que escuchando música o cantando. En esos momentos, me elevo.
Para Dan -actor, bailarín y cantante- Luis Miguel es Dios, por eso se enfurece con "todos esos nuevos que lo imitan". A Dios le siguen Bárbara Streisand, Liza Minelli, Serrat, Julia Zenko, Sandra Mianovich y hasta algo "medio mersa" (como él mismo lo aclara) como Bandana.

Su eclecticismo no es patrimonio exclusivo de la música ya que a la hora de enumerar actores, la lista es más que amplia: de Robin Williams a Osky Guzmán y en el medio Tom Hanks, Sean Penn, Nicole kidman, Helen Hunt, Julia Roberts, Jack Nicholson y Julio Chávez. Mención aparte merece Omar Calicchio
-Para mi Omar es un referente. Cuando lo vi por primera vez casi me muero, pensé que ese gordo ahí arriba era un gran actor, de una ductilidad pocas veces vista, por eso ahora que trabajo con él en “Desconcierto de Musicales”, estoy muy orgulloso y no paro de decírselo.
El apasionamiento de Dan lejos está de ser un "pecado de juventud" y da la impresión que la vejez lo encontrará de la misma manera: hablando de teatro, cantando por la calle, haciendo bromas, "siempre al taco" como le gusta decir.
-¿Cómo fue tu formación?
- Mis padres siempre me apoyaron en mi vocación pero también, me dejaron darle rienda suelta una vez terminado el secundario. Pasé por cinco colegios y la verdad es que era un desastre, me llevaba materias, me quedaba libre, lo único que quería era actuar. A los diez años mi mamá me llevó al conservatorio López Buchardo donde me enseñaban escalas y solfeo, pero yo solo quería cantar las canciones de Luis Miguel y ahí me aburría como un hongo.
Al parecer el conservatorio no funcionó, entonces mamá Ana probó con el teatro y lo llevó a la escuela de Midón.
-Eso estaba un poco mejor que lo anterior pero tampoco era lo que buscaba. Yo quería unir mis tres pasiones: el teatro, la música y el baile.
Su deseo se materializó el día que mamá vio en el diario que existía la escuela de comedia musical liderada por Julio Boca y Ricky Pashkus.
-Ahí descubrí que había otra vida -dice con los ojos celestes bien brillosos- que había gente que soñaba los mismos sueños que yo...
Pero los sueños tuvieron que esperar un poco, aunque más no sea, a terminar el odioso colegio, aunque antes hubo algunas incursiones en el mundo profesional.
-Mi descubridor fue Horacio Jasper, un tipo que un día me escuchó accidentalmente cantar y al otro día me estaba llamando para participar en un espectáculo en homenaje al pintor Chagall que se hacía en el teatro Alvear. Yo tenía 12 años y para mí esperar el llamado de él todos los días era la gloria, lo mejor que me podía pasar.
Egresado de la escuela de Boca y finalizado el secundario, Dan trabajó en infinidad de eventos hasta que a su vida llegó Ruth en “Boomerang” un espectáculo de Carlos Guedes y Ciristian Barbieri.
-A los veinte años debuté junto a Pablo Vera en Colette haciendo de mujer. Hacíamos dos hermanas: Ruth Basiman y Lupe Wisman, lo del apellido distinto tiene que ver con que una era adoptada.
Tiene algo del humor de Capuzzotto y Alberti, es observador, exagerado, talentoso, desmesurado y con una sensibilidad pocas veces vista. Ahora tiene 22 y trabaja en “Desconcierto”, una obra que parodia a las comedias musicales y con la que les está yendo muy bien. De audición en audición, Dan se enoja con la gente que promete lucecitas de colores y luego no cumple, se ilusiona con su terapia, admira a Florencia Peña y a Nacha, detesta los animales y odia leer. Pero por sobre todas las cosas, Dan sueña.

-Yo creo que uno viene a la vida a ser feliz, a hacer lo que le gusta, a realizar sus sueños. Y yo sueño con vivir de esto, con tener un teléfono que no pare de sonar con ofrecimientos de trabajo y con poder comprarme una casa. Una casa con pocos muebles pero con un gran equipo de música y un DVD en donde poder ver y oír a la Streisand..
Su celular suena y Dan habla -vaya a saber uno con quien- de las clases de pilates, de la audición para el infantil, de su mundo.
Mezcla letal de talento y pasión, ese mundo de Dan empieza lentamente a exceder las cortinas del cuarto de Villa Crespo.
-A mí me tira la felicidad más que la tristeza. Yo sé que voy a cumplir mis sueños...aunque a veces tenga mucho miedo.