La danza: presente

Por Laura Papa

Se presentó en Buenos Aires la compañía holandesa Nederlands Dans Theater II.

Se presentó en Buenos Aires la compañía holandesa Nederlands Dans Theater II. El programa estuvo integrado por obras de Jirí Kylián, Henrique Rodovalho y Ohad Naharin.
Pocas oportunidades tiene el público argentino de asistir en vivo a espectáculos de las principales compañías de danza extranjeras y, de este modo, establecer un contacto directo con la obra de coreógrafos que en este momento gozan de un gran prestigio internacional.

Tal es el caso, por ejemplo, de Jirí Kylián, quien visitó nuestro país anteriormente en dos oportunidades, en 1995 y 1997, junto al Nederlands Dans Theater, compañía de la que fue Director Artístico entre 1975 y 1999. Para esta agrupación montó obras como La cathédrale engloutie, Symphony of Psalms, Forgotten Land, Falling Angels y Bella Figura, trabajos con los que obtuvo el reconocimiento internacional como uno de los más importantes coreógrafos de las últimas décadas y en los que fue definiendo un estilo personal que, aunque reconocible en su calidad, a la vez se renueva en cada nueva obra. Pero además, Kylián fue el responsable de la renovación de la estructura del Nederlands Dans Theater, a partir de la creación de dos compañías: una destinada a la formación, el NDT II, para jóvenes de entre 17 y 22 años; y otra, el NDT III, dirigida a capitalizar la trayectoria artística de bailarines/actores de más de 40 años. Cada agrupación posee un repertorio propio acorde con sus características.

En esta ocasión, en el marco de la Temporada 2007 del Mozarteum Argentino, visitó la Argentina el Nederlands Dans Theater II realizando dos funciones en el teatro Coliseo.

A pesar de haber sido concebida en un principio como una instancia de entrenamiento para los futuros integrantes del NDT I (la agrupación principal) cabe destacar que esta compañía fue consolidando su lugar propio debido al alto nivel profesional que poseen sus integrantes.

El programa estuvo compuesto por tres coreografías: 27’ 52”, de Jirí Kylián, Sob a pele, de Henrique Rodovalho y Spit, de Ohad Naharin.

La primer obra puso una vez más de manifiesto el singular talento coreográfico de Kylián y su exquisita musicalidad. Se trata de una pieza estrenada en el 2002, con música de Dirk Haubrich. Concebida para tres parejas, el título hace referencia a la duración exacta de la obra. La misma se desarrolla en un espacio despojado: un fondo negro, un tapete blanco, algunos reflectores. Ese piso blanco se modifica permanentemente a partir de la acción de los intérpretes quienes, en sus sucesivas intervenciones, ponen en cuestión su horizontalidad, su pasiva quietud, sus dimensiones dadas. A su vez, unos planos verticales de tela descienden para generar nuevos efectos de extrañeza en relación al espacio, a la vez desnudo e intensamente sugerente. En ese paisaje, por momentos surrealista, los bailarines evolucionan en dúos donde la danza expresa por sí misma toda una gama de recursos formales y matices dinámicos que dan cuenta de la inagotable riqueza expresiva de un arte cuyos recursos Kylián domina a la perfección.

La segunda obra del programa, Sob a pele (Bajo la piel, 2006), pertenece al coreógrafo brasileño Henrique Rodovalho, quien tiene una trayectoria desarrollada principalmente en su país, donde en 1988 fundó Quasar Companhia de Dança.

La obra cuenta con un acompañamiento musical basado en temas de Luiz Macedo y Tom Jobim. En este caso el piso del escenario también es blanco, cruzado por líneas negras sobre las diagonales que delimitan cuatro sectores triangulares. Sin embargo, en el planteo de la obra y en su utilización por medio del movimiento, esta delimitación espacial no llega a adquirir la dimensión poética que despliega la utilización del espacio en 27’52”. Los movimientos con los que trabaja Rodovalho, tal vez interesantes en otro contexto, parecen algo forzados para los bailarines de esta compañía.
El programa se cerró con Spit, del israelí Ohad Naharin, una coreografía estrenada a comienzos de este año, basada en fragmentos de otras obras creadas previamente por el autor: Mabul, Virus, Black Milk, Telophaza. Más allá de desconocer las razones que condujeron a Naharin a realizar este “reciclaje” de sus trabajos anteriores, el resultado final trasciende cualquier posible prejuicio contra este tipo de criterio compositivo. Spit conjuga inteligentemente movimientos llenos de energía física y fuerza dramática con una lúcida cuota de ironía. Merecen destacarse el comienzo de la obra, cuya intensa expresividad está puesta al servicio de la danza en sí y el dúo que le sigue, el cual en su serenidad y corrección compositiva revela una aguda reflexión sobre sus elementos constitutivos. En esta obra el humor surge de un plus de ingenio aplicado a una ejecución técnica cuidada y muy musical. Sin lugar a dudas se trata de un trabajo sumamente particular, que señala a Naharin como un coreógrafo alineado en las expresiones más contemporáneas de la danza.