La mujer que está sola y espera

Por Silvia Sánchez

Invenciones: el regreso de Marilú Marini a la escena local, esta vez de la mano de Silvina Ocampo.

Si hay una actriz exquisita esa es Marilú Marini. No solo por su frondoso recorrido por las arenas teatrales -recorrido que la llevó del Di Tella a Copi, de Nini Marshall a Beckett - sino porque ese recorrido estuvo siempre ligado a la excelencia, palpable en la solidez de cada criatura que animó; algo que le valió además de aplausos, premios y de los grandes. Y si hay una escritora que hizo del juego (literario pero también existencial) una marca de estilo, esa es Silvina Ocampo: la esposa de Bioy, la hermana de Victoria, la que miraba al mundo con un humor tan doloroso como mordaz.

No es la primera vez que Marilú Marini se mete en el universo de la menor de las Ocampo: ya lo había hecho en 1997 cuando estrenó en Francia La lluvia del fuego, espectáculo basado en un texto de Silvina gentilmente cedido por Bioy Casares. Tampoco es la primera del director Alejandro Maci, quien también en el 97 dirigió El impostor, filme basado en un cuento homónimo de la autora en cuestión.

Invenciones, la pieza que se acaba de estrenar en el Teatro Alvear, no narra literalmente la vida de Silvina Ocampo pero sí toma textos de la autora (cuadernos de notas editados póstumamente) y los hace hablar a través de Greta, el personaje que, sin ser Silvina, representa las cualidades más fundantes de la escritora: cierta ingenuidad mordaz, un humor filoso y certero y una palabra en la cual lo espantoso y lo exquisito, hacen síntesis de manera más que acabada.

La pieza coquetea todo el tiempo con la analogía: una escritora que no es Silvina pero que bien podría serlo, que mantiene conversaciones con una Alejandra que no es Pizarnik pero que bien podría serlo y que cuenta retazos de su vida (personajes de la infancia, recuerdos del pasado que descansan en los escalones de una blanca escalera) a través de fragmentos literarios que como tal son literatura y no realidad, aunque bien podrían serlo.

Si bien Marini es una actriz exquisita y aurática, algo falla en Invenciones: acaso una falta de decisión por anclar sin tibiezas en el universo de Silvina Ocampo, algo que habría implicado el privilegio del juego (teatral, poético, sonoro), la creación de una música escénica que no termina de aparecer.

Aún así, la iluminación de Gonzalo Córdova, la escenografía y el vestuario de Oria Puppo, y la interpretación de Marilú Marini, hacen que sobrevuele en escena durante una hora y media, el espíritu de esa mujer que al final de la vida, no anhelaba otra cosa que ser ella misma.