La revista resurge con glamour.

Por Fabián D´Amico

Con “Corrientes esquina Glamour” reaparece un género olvidado con gran despliegue, buen gusto y refinamiento de manos de Gerardo Sofovich.

En cada temporada teatral porteña, año tras año, se intenta, con mayor o menor suceso, reflotar un genero típicamente porteño, como lo es la revista. Con sus años dorados en las décadas del '50, '60 ' y '70, ésta cayo en una debacle de pobreza y mal gusto durante los años ‘80, lo que le causó un daño del cual parecía no reponerse más.
Cuadros musicales, pasos de comedia, monólogos, mujeres bonitas con lujosos y diminutos vestuarios y en especial, un ritmo sostenido y sustentando en mucho dinero invertido en el escenario, son los elementos heterogéneos que componen diferentes parte de un show integral. Para que el resultado final sea exitoso, se necesita una persona que sea capaz de armar esas diferentes partes en un conjunto rítmico y armónico.

El creador de una revista tiene un trabajo similar al de un joyero: infinita variedades de piedras preciosas, cada una con un valor específico, pero con la posibilidad que, si el joyero realiza un trabajo de engarce de gran calidad, se potencia el valor individual de cada piedra, concluyendo su labor final, con la presentación de la joya en un fino y exclusivo estuche.
Esa tarea, es la que realiza Gerardo Sofovich en "Corrientes esquina Glamour". Conocedor a ultranza del género y del gusto del público, es una de las últimas personas dentro del ámbito del teatro, capacitada para el armado integral de una revista. Esto se nota sobre el escenario del Metropolitan.

Entrar en la discusión sobre si la propuesta es una revista o un music-hall, si le falta una vedette de peso o humor político, sería un vanalidad y desmerecería lo que realmente es importante, el resultado final de la misma.
Esta revista responde a los cánones tradicionales en cuanto a la concepción del espectáculo: fastuoso cuadro de apertura, eficaces cortineros, clásicos cuadros de baile revisteriles, excelentes cantantes y bailarines de tango, simpáticos sketches y glamoroso finale. Sofovich tomo de sus artistas, lo mejor que cada uno de ellos era capaz de dar, y lejos de una mirada innovadora, armó un lujoso y refinado show.

Carlos Perciavalle, con sus 64 años y 50 años de carrera, ofrece una labor mesurada y contenida, basada en una relación de cariño desde y hacia su público. Oficiando de presentador de la revista, "arma", con sus palabras y deseos del regreso del gran esplendor de las otrora revistas, una escenografía de gran despliegue e impacto visual. Un marco de luces que bordea el contorno del escenario, un fondo plagado de estrellas, ventanales espejados y una gran escalera oblicua que baja desde las alturas y ocupa todo el escenario, es el ámbito en donde se lleva a cabo la presentación de cada uno de los protagonistas. Desde lo alto de las escaleras, y con los acordes reconocibles de "Hello Dolly", baja una de las revelaciones de la noche: Cecilia Milone. Con un ingenioso vestuario del cual va sacando prendas a lo largo de su performance, ofrece un mini-recital de las mejores y más reconocibles canciones de comedias musicales. Hello Dolly, Mame, Mi Bella Dama, "Money, Money" de Cabaret, en la cual forma dupla con Percaivalle, quien la había representado en esa misma sala años atrás, son los temas elegidos para el lucimiento de esta intérprete.

Un afiatado cuerpo de baile formado por 16 bailarines, ofrecen dinámicas y efectivas coreografías creadas por Gustavo Moro, excelente bailarín y transformista que tiene acá, la posibilidad de mostrar su talento en un gran escenario. Este ballet es el soporte para el lucimiento de Jesica Cirio, una joven y bella bailarina que se destaca por su frescura y por sus aptitudes como "truquera", es decir la facilidad de realizar trucos coreográficos, tan propios y relacionados en la revista porteña con Nélida Lobato.

Un ameno scketche por Milone, Cirio y Perciavalle, una acertada imitación de Moria Casán realizada por Moro, las imitaciones de Martín Russo, y la desopilante caricatura que Perciavalle hace de Camilla Parker Bowles, forman la columna vertebral de esta obra. Pero sin lugar a duda, el cuadro principal está en manos de Cecilia Milone, y rescata un clásico dentro de las revistas: el cuadro de tango. Con el ballet en pleno, una sensual pareja de bailarines de tango, tres maestros que acompañan a la cantante y un ámbito escenográfico adecuado, La Milone ofrece una actuación brillante. Desde una versión salsera de "Se dice de mí", pasando a tangos y boleros más tradicionales, dialogando e interactuando con él publico, cantando en tiempo de tango, temas de Palito Ortega o simplemente haciendo cantar a la platea, canciones patrias tan cercanas a nuestro corazón y tan alejadas de nuestra memoria, la cantante demuestra que no es solamente eso, sino una "showoman" a tener en cuenta.

Con un monólogo final, donde Perciavalle cuenta anécdotas de sus viajes y pone un toque de nostalgia al cantar la canción de la cigarra de María Elena Walsh, se da por finalizada la revista, en un glamoroso cuadro con la típica escalera, en donde no se escatimo en plumas y brillos.
Con un profesional respaldo técnico, en donde es de destacar la escenografía de Daniel Feijoo, el vestuario de José Luis Ferrando y la puesta coreográfica de Gustavo Moro, Gerardo Sofovich le posibilita al público porteño, acercarse nuevamente a un género genuino y propio.

En resumen, en décadas anteriores, el público concurría masivamente al teatro de revista, para ver y oír lo que no se podía ni oír ni ver en otros medios, como por ejemplo en la televisión. Hoy en día, el público puede acercarse a ver "Corrientes esquina Glamour" para cumplir con la misma finalidad, es decir ver oír lo que no se puede ver en la televisión: buen gusto, refinamiento, mucho lujo y excelentes artistas.