La soledad en clave de absurdo (El lobo)

Por Laura Papa

Un piano, un bidet, un inodoro, un lavabo. Sólo cuatro elementos en un espacio reducido. Y en la escena entra El Lobo.

Pablo Rotemberg es el protagonista y director de esta obra, en la cual desarrolla un virtuoso solo de danza-teatro. Se trata de la narración de una historia –una narración para nada convencional- que se lleva a cabo a partir de movimientos de danza -y no tanto- realizados por un único intérprete.

En el transcurso de los 45 minutos que dura la acción, vemos a un hombre consternado, algo abatido, que con cierta desesperación transita por ese espacio mínimo, imposible de transgredir. Del piano al bidet, del bidet al inodoro, del inodoro al lavabo, vuelta al piano y así sucesivamente, El Lobo salta, se contornea, se adhiere al piso, se viste, se desviste, baila… y se aflige.

Con extrema agilidad, Rotemberg narra con movimientos -que por instantes se vuelven algo bruscos y violentos- y expresa diferentes estados de ánimo del protagonista, un protagonista que evidentemente ha sido abandonado y que la mayoría de las veces se muestra alterado, inquieto y disgustado. Así, este Lobo inicia su día, se lava, se viste, probablemente se va a trabajar, vuelve, se cambia de ropa, limpia frenéticamente y, hacia el final, canta lastimosamente, sollozando la melodía.

El público permanece en un estado constante de tensión/atención, pues muchos de los movimientos del actor lindan con lo acrobático y provocan cierto estremecimiento cuando, por ejemplo, se trepa al endeble lavabo y permanece allí por un tiempo prolongado, apoyado “en cuatro patas” con manos y pies sobre el reducidísimo espacio del borde de la pileta.
Hay instantes para cierta distensión, en donde aparecen movimientos más relajados, más “danzados” quizás. Se trata de aquellos minutos en los que la música -grabada- se hace presente a través de una canción en estilo de lied primero, una sinfonía en tutti luego y una balada romántica después. También hay espacios para la música en vivo, ejecutada en el piano por el mismo protagonista, entre los cuales se destaca ese momento en el que mientras toca la melodía con una mano se va desvistiendo con la otra.

El solo de danza-teatro de El Lobo puede leerse como un ágil devenir de movimientos, pero también intenta mostrar desde el absurdo y de manera exacerbada el actuar irracional que una persona puede tener en un estado de angustiosa soledad.