Los Fantastickos

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Por Fabián D´Amico

Nueva puesta del emblemático musical del off Broadway en Buenos Aires. Logros desde la dirección y los protagonistas masculinos hacen disfrutable este espectáculo con cierta patina sepia.

¿Qué sucede cuando al alcanzar lo deseado el deseo desaparece y todo se torna conocido y rutinario? La respuesta a esa pregunta es el nudo central de Los Fantastickos, musical de más longeva permanencia en el off Broadway y que Buenos Aires disfruta de su tercera puesta en nuestro país. Un musical con cierto aire a romance de Romeo y Julieta pero en donde las cosas no suceden como en la tragedia de Shakespeare sino que la lucha por ese amor prohibido se torna legal, aceptada y cuando todo parece solucionado entre los enamorados, el “diablo mete la cola” y le da una vuelta de tuerca inesperada al destino perfecto.

Una pareja de jóvenes vecinos están enamorados. Los separa un muro que los padres de ambos construyen para que la convivencia sea mejor entre todos. Las escaladas al muro para verse, para hablar, para soñar una vida juntos se torna habitual y al correr de los días los enamorados afianzan ese sentimiento. Ambos creen que sus padres están enemistados cuando en realidad traman cientos de artilugios para poder unir a sus hijos. Una de las ideas de los padres es planear el secuestro de la joven y un heroico rescate de su enamorado así la muchacha caería enamorada ante tan romántico hecho. Para tal fin contratan a un bandido llamado El gallo y a un par de actores quienes montan una escena perfecta de secuestro, pelea y rescate.

El final feliz planeado por los mayores no es tal, ya que al voltear el muro, quedar en evidencia la aceptación del noviazgo y la amistad entre los padres, lo aventurero del amor prohibido pierde potencia y la joven se enamora del bandido. A partir de ahí, cada personaje encara su propio destino con un final que solo el público que asista lo descubrirá.

El argumento cercano a un género que los americanos frecuentan a menudo como lo es el “Family show” -un show familiar con una enseñanza propia de una fábula- tiene una materialización casi infantil, donde un tablado, un par de sillas, una escalera y pequeños elementos escenográficos manejados por un personaje “mudo” recuerda a los legendarios cómicos de la legua con su carromato convertible en escenario. Una puesta en escena que respeta el original americano y que tiene una enunciación particular invita al público a lo lúdico, al juego y a expandir la imaginación para convertir la escalera en muro y una escoba en caballo.

Los Fantastickos, con música de Harvey Schmidt, con libreto y letras de Tom Jones tiene una correcta dirección de Diego Ramos, cada vez más afianzado y maduro en el musical, tanto como director de actores como puestita, quien logra un ritmo sostenido a pesar de una partitura nada melodiosa-no hay temas musicales que queden en los odios del público al abandonar la sala- bien interpretada por Hernán Matorra al piano.

Juan Rodo reafirma su crecimiento como actor ya que su personaje no tiene grandes exigencia vocales para el artista. Junto a el sobresalen Emanuel De Gracia como el joven enamorado y un gran trabajo de Gustavo Monje como el padre de la chica. Eluney Zalazar tiene un registro vocal exquisito puesto al servicio del personaje para darle la frescura e inocencia que requieren los 16 años del mismo. El resto del elenco cumple con creces los requerimientos de personajes cercanos a la caricatura, a excepción de Sebastián Códega que deslumbra con su “indio” Mortimer.

Una riesgosa y bienvenida apuesta de Julieta Kalik - quien produce en esta misma sala en la temporada 2018 Papaito Piernas Largas y en la actualidad dos musicales en la Av Corrientes-en traer de nuevo a escena un titulo nada comercial y a la vez muy original con actuaciones, dirección y puesta de alta calidad artística.