Marisa Ini: lo que se hereda no se roba

Por Rómulo Berruti

La vida es un cabaret y hay que vivirla.

En segunda temporada consecutiva, Biblioteca Café presenta a Marisa Ini en un show de música y actuación que recupera el estilo, las cadencias y la atmósfera de los entrañables piano bar que alguna vez proliferaron en Buenos Aires. Los hubo franceses –con una alsaciana que tocaba el acordeón-, alemanes a la manera de los “kabarett” berlineses de entreguerras y desde luego, neoyorkinos porque en ese rubro allí queda el reino de los cielos. Han ido desapareciendo, pero Edith Margulis amarró el último cable y retuvo ese mundo encapsulado en Marcelo T. de Alvear 1155. Con comida o una copa, se puede recuperar un momento de excelente música entre la calidez de la madera y la tibieza de los tragos: el humo ya no, pero no es culpa de ella.

En el programa semanal figura La vida es un cabaret y hay que vivirla donde Marisa se da el gusto que siempre añoran los artistas de elenco, trabajar solos, aceptando únicamente la complicidad de buenos ejecutantes. Ella lo hace muy bien, sacando partido de una mezcla saludable donde se combinan el infaltable martini que hacía arder las tripas de Bogart y el vino tinto que sin mucha ceremonia se embodegaba Tognazzi. Esto quiere decir que puede ser tan deliciosa como su mamá –la inimitable Donna Caroll- con el repertorio en inglés como desfachatada al uso nostro cuando siguiendo un libreto (con desniveles, pero útil) que le escribió Beatriz Matar nos cuenta la mala suerte que tuvo con los hombres. La Ini tiene buena pasta de comediante, mucha onda y sabe confabular con un público que en ese sitio está siempre muy cerca, proximidad que dicta en cada función la cuerda que hay que tocar. Acompañada sin fisuras por Manuel Fraga en guitarra, Nicanor Suárez en contrabajo y Camilo Zentner en batería, hace gozar un rato muy agradable y ella también lo disfruta: ya se sabe que sin lo segundo, lo primero se vuelve cuesta arriba.