No somos robots, hacemos arte

Por Laura Papa

Entrevista a Juan Pablo Ledo, quien estrenará, La Cenicienta, en el rol masculino principal.

Eleonora Cassano le propuso acompañarla en calidad de partenaire en una gira por el interior del país. El año pasado recibió el Premio Clarín como Revelación en Danza. Con 25 años, pasó por Ballet Argentino de Julio Bocca y por el Ballet Contemporáneo del San Martín. Juan Pablo Ledo habla acerca su manera personal de vivir la profesión y el arte de la danza.

Como en el caso de otros bailarines varones, su acercamiento a la danza se produjo, en parte, porque sus dos hermanas (él es el del medio) hacían danza y él veía cómo se divertían bailando; por otra parte, también estuvo relacionado con una recomendación del médico que le prescribió hacer ejercicios con los pies debido a su pie plano. Fue así que Juan Pablo Ledo, con diez años, comenzó a tomar clases con el destacado maestro Wasil Tupin, que por ese entonces ya era un hombre bastante mayor. Sin embargo, después de un año, debió interrumpir las clases de danza para dedicarse a preparar el ingreso al Nacional Buenos Aires. Fue un alejamiento temporario, porque ya con trece y una vez logrado el ingreso, retomó las clases, en esta oportunidad con la maestra Lucía Wurst, quien lo preparó para otro ingreso: el del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón, que se produjo dos años más tarde.

-Ahí empecé como de cero, a reordenar el cuerpo, a tomar clases con varones. Estuve dos años a full trabajando con Leandro Regueiro, un muy buen preparador para varones. A los 16 me presenté para el concurso que abrió Julio Bocca para el Ballet Argentino y a pesar de mi poca formación, me contrató. En ese momento empecé la vida con la compañía. Cuando me dijeron el itinerario de viaje: Grecia, Israel, Singapur, Tailandia, tuve que decidir entre mi carrera de bailarín y el colegio, y elegí rendir libres los años que me restaban del secundario y del Colón. Para mí Julio (Bocca) fue un gran maestro, no solo te decía cómo hacer las cosas sino que te lo mostraba. Hasta el día de hoy es el artista que más admiro.

Después tuve que dar otro paso importante, porque consideré que en el Ballet Argentino había alcanzado un techo y necesitaba trabajar otro repertorio. Por ese entonces sonaba muy fuerte el Ballet Contemporáneo del San Martín, era la compañía más prestigiosa del momento, y me fui para allá a hacer contemporáneo. Igualmente era un contemporáneo bastante clásico, porque Mauricio Wainrot requiere para sus coreografías mucha técnica clásica. En el San Martín estuve dos años: 2002 y 2003. Me sirvió haber cambiado de ambiente para madurar interpretativamente, porque me encontré con compañeros de mayor edad, más experimentados, con un bagaje artístico que me sirvió para nutrirme. Mauricio (Wainrot) me dio muchas oportunidades, pero a los dos años me dije que era el momento de volver a la danza clásica, porque el tiempo iba a seguir pasando y la oportunidad de hacerlo se me iba a ir definitivamente.

¿A qué se debía ese interés tan fuerte por volver a la danza clásica?

-Tenía el sueño de hacer ballets completos, poder bailar el gran repertorio, sostener una gran obra de tres actos, componer un personaje. Hasta ese momento no lo había podido hacer porque la compañía de Julio Bocca no tenía la cantidad de integrantes suficiente, ahí solamente bailaba pas de deux, y el Ballet del San Martín no hacía ese repertorio. Cuando se abrió un concurso en el Colón me presenté, y aunque hubieron algunas dificultades al principio, finalmente ingresé como contratado en agosto de 2004. Ahora, lamentablemente, por las refacciones que se están haciendo en el Colón, tampoco podemos hacer grandes ballets, porque bailamos en teatros chicos donde no se puede hacer un gran despliegue de escenografía o de gente. Igualmente estamos preparando La Cenicienta para fines de agosto, donde comparto el rol masculino principal con otros dos bailarines.

¿Hay algún papel en especial que te gustaría bailar?

-Me encanta la versión de Romeo y Julieta de Mc. Millan, algún día me gustaría hacer ese ballet completo, aunque es bastante difícil que ocurra por los derechos, porque son muy caros. Las producciones grandes le salen muy caras al Teatro. También me gustaría hacer Manón. Un ballet que quería hacer completo en el Colón y pude es La Sylphide, de Bournonville.

¿Qué es lo que más te atrae del personaje de James?

-Cuando James despierta y la ve. No creo que sea un ballet superficial. Después, cuando James trata de entrar inocentemente en contacto con ella, y ve cómo se le va muriendo. Hay una parte muy dramática al final, que exige una interpretación.

Pero La Sylphide tiene una marcación muy estricta en cuanto a la pantomima...

-En el Colón hicimos la versión de Galizzi, a partir de la de Bournonville, que era un poco más libre y me permitió componer un James más actual, dentro por supuesto de las marcaciones. Me interesa la danza no solo a nivel técnico sino actoral, hacerla más fresca, más nueva.

¿Te interesaría trabajar con algún coreógrafo en particular?

-El problema es que no hay plata y entonces esos coreógrafos no vienen. A mí particularmente me gustaría bailar algo de Nacho Duato. Igualmente, en mi caso particular, trato de abordar no solo el repertorio clásico, también trato de bailar cosas más nuevas, con desafíos distintos. Tomo clases de comedia musical, hago tap, canto, porque algún día me gustaría poder hacer un espectáculo integrando todo.

¿Al estilo de los grandes musicales de Broadway?

-Acá no hay una cultura fuerte del musical, me gustaría hacer algo pero no sé si exactamente un musical al estilo Broadway.

¿Te deja la danza tiempo para hacer otras cosas? ¿Qué hacés cuando no bailás?

-Estoy estudiando abogacía en la UBA, el año pasado hice el CBC y éste ingresé en la carrera. Uno necesita cambiar de aire y de gente. Supongo que en el futuro voy a ejercer, probablemente en el ámbito público.

En el Teatro hay poco trabajo porque las funciones son pocas, eso por otra parte te permite salir y hacer otras cosas. Este año tengo la posibilidad de bailar con Eleonora Cassano. Ya habíamos bailado juntos en la gala del 80° aniversario de la creación del Ballet Estable del Teatro Colón, oportunidad en que me eligió para acompañarla en Tchaikovsky Pas de deux. Ahora, se trata de un programa compuesto por producciones importantes: hacemos Carmen (Bizet/Alonso) completo, Tchaikovsky Pas de deux (Tchaikovsky/Balanchine), Tarde en la siesta (Lecuona/Méndez) y Piazzolla en concierto (Piazzolla/López).

La danza clásica es una disciplina en la que siempre se está buscando la perfección ¿tenés o tuviste que luchar con algo tuyo que consideres un punto débil?

-Creo que hice una carrera al revés, en cuanto al estudio y a mi cuerpo. Empecé estudiando danza clásica, pero en la compañía de Julio Bocca él siempre nos decía que era una compañía de repertorio moderno y, aunque tomaba clases de clásico, el repertorio era otro, por lo que no terminé de formarme completamente en el trabajo de la técnica clásica. En el San Martín peor, en el sentido de que no tomaba clases de danza clásica todos los días. Si bien la técnica de danza contemporánea me hizo muy bien, el clásico no era el objetivo del trabajo. Por eso mi meta era ponerme las pilas y pulir mi técnica clásica. Por eso después de dos años dije basta y me dediqué a lograr en el Colón una técnica sólida. El cuerpo tardó en acomodarse y afinarse, porque además traía del San Martín un cuerpo grande, más atlético pero menos longilíneo. No soy un enfermo de la limpieza, pero creo en una técnica correcta. Sin embargo me parece importante no olvidarse de sentir, disfrutar y expresar. No somos robots, hacemos arte. Baryshnikov y Nureyev fueron grandes técnicos, pero principalmente fueron intérpretes geniales

¿De qué cosas te nutrís para encarar la danza de esa manera?

-Particularmente tengo una vida espiritual, soy evangelista y nutro mi trabajo con la Palabra de Dios. Creo que eso se trasluce al subir a un escenario. Otras formas de nutrirme son la lectura, ver películas, poder estudiar. No me interesa tener la media punta en la cabeza todo el tiempo. En el momento de subir a un escenario uno abre todo su ser o cierra todo su ser. Si uno hace una forma nada más, al público le deja solamente eso.

¿Cómo repercutió en tu carrera haber recibido el año pasado el Premio Revelación en Danza del diario Clarín?

-No me lo esperaba, tuve un año de trabajo bastante duro. Me sorprende la repercusión que tuvo, sobre todo en el periodismo. A veces un artista trabaja y no se lo conoce, no se conoce su nombre. Me sorprende que, durante una gira, el premio haga que los medios reparen en mí. Me di cuenta que, cuando obtenés algún premio, eso, a nivel mediático, genera cosas, hace que te presten atención.