Pagar la vida

Por Carlos Fernández

Pagar el pato

En una choza ribereña, durante una tormenta, vemos tirado el cuerpo de una muchacha que en un momento se despierta sobresaltada. Se trata de Roma que llegó allí “endrogada”. Fue vendida por su “madrina” a Omar. Este hombre usará a la pobre muchacha en su propio provecho a cambio de poder seguir viviendo. Omar hará las veces de un “Pygmalion” de la miseria “educando” a Roma en las artes de la mendicidad. Es el regente de una moderna “corte de los milagros” que se dedica a mendigar en toda la cuidad aprovechando los defectos físicos de sus “pupilos”. Pero Roma no es igual que los otros, las cosas serán distintas con ella. Hay algo que en el alma de este pobre ser desfigurado que mueve diferentes hilos en el alma de este hombre.

“Pagar el pato” es la primera obra de Dino Armas que se pone en escena en Argentina a pesar de ser un autor reconocido y premiado en su país, Uruguay. En ella nos sumerge a un submundo marginal que pocas veces se ve a simple vista. Sin embargo, la pintura que nos hace de esta realidad no es impiadosa, sino compasiva y optimista hacia la condición humana.

La dirección de actores y la puesta e escena, a cargo de Patricia Pisan y Graciela Balletti, aprovecha tanto los momentos dramáticos como los graciosos, sin caer en el grotesco, creando climas convincentes. Mueven con sutileza las almas de los personajes, las visibles y las interiores, para mostrar la escencia del ser humano. Logran que la acción de las almas visibles nunca moleste la acción de la historia en primer plano y usan la excelente música ciudadana de Rodolfo Mederos como un elemento de expresión más para contarnos esta historia.

La actuación de Mónica Buscaglia como Roma es excelente. Gracias a su trabajo, tanto físico como interior, vemos en escena a una muchachita provinciana, al principio temerosa e inexperta cambiando paulatinamente hacia el final. Su monólogo es conmovedor y hasta gracioso a pesar de mostrarnos una realidad espeluznante. Fernando Arman, como Omar, no se queda atrás; si así fuera la obra quedaría desbalanceada. Nos muestra un personaje marginal y desagradable sin necesidad de caer en excesos. Yasmín Barrera y Alejandro Jiménez representan ajustadamente las almas de los personajes opr medio de una puesta coreográfica de Mecha Fernández.

Esta obra nos muestra que a pesar de la más cruel realidad siempre hay un rincón iluminado en la esencia humana, por más pequeño que sea. Sólo hay que encontrarlo, llegar a él y lograr que esa luz se expanda.