Reportaje a Coni Marino

Por Sebastián Pozzi

Auténtica, frontal y de mirada encantadora; es ella, Constanza Marino, o mejor dicho “Coni” como artísticamente eligió llamarse gracias a viejos anécdotas de una infancia que más bien estuvo construida de recuerdos familiares que de sus propias memorias.“La verdad me acuerdo poco, sé que era bastante torpe y muy buena, insoportablemente buena”, evoca esta mujer que aún conserva esa mirada angelical. Durante diez años fue la más chica de las hermanas y vivía en una casa alejada de cualquier tipo de arte, y en donde muy rara vez le permitían cantar ya que decían que lo hacía horriblemente: “¡Callate, que la que canta es tu hermana Karina!, me gritaban”. Entonces por su cuenta averiguó sobre un profesor de canto y consiguió que se lo pagasen. Aunque a veces, tímida y sumisa, se encerraba horas en el baño y comenzaba a recrear personajes frente al espejo, porque sólo ese mundo se volvía real cuando nadie la observaba. Nacida bajo el signo de Capricornio, se reconoce muy firme a la hora de tomar una decisión en su vida: “Soy muy consecuente, cuando la tomo es muy clara”. Osada y valiente, a los 23 años asegura que pegó un giro y abandonó todo inclusive la carrera de Sociología. Pero guardaba la convicción de que algún día llegaría a ser una gran artista: “Fue muy personal, una cosa muy profunda y si me pongo más terapéutica, supongo que es un modo de que me vean”. Aquí está una parte de Coni Marino, pero esto continúa así...

¿De qué cosas está empapada tu preparación como artista?

Tengo una formación bastante variada. Soy muy curiosa. Y aún me van quedando cosas en el tintero para estudiar. Yo adoro estudiar. Por ejemplo, hice 6 meses de escultura y dejé. Hice un curso de arte chino y un curso de Historia del Canto Popular Latinoamericano. Hice un curso de Impro este año. Lo que nunca dejé fue de estudiar danza, canto y teatro. Estuve, también con un maestro durante 6 años con el que aprendí repertorio. Me metí así con los clásicos, leí mucho teatro, que no había leído. Traté géneros diferentes. Por otro lado, pasé por muchos profesores de canto y eso que empecé a los 14. Uno cuando estudia canto, va buscando a sus maestros, y tiene que encontrarlo. Y así fui pasando por muchos, algunos no me sirvieron, otros si. Y en el área del baile, arranqué con danza contemporánea, a los 19 años. Siempre estuve haciendo algo. Hice clásico, jazz, tango. Hice un seminario de flamenco. Cuando hice “Cats”, tuve que aprender tap. Todo lo que sea corporal me interesa muchísimo. Así que ahí voy, con los tres frentes formándome. Conocer más cosas, te abre siempre canales nuevos.

Comenzaste esta profesión, allá por 1991, con el estreno de “Drácula”, ¿cómo fue el antes y el después?

Una de las cosas más grandes que nos dio “Drácula” a todos, fueron dos años de trabajo como un verdadero profesional, donde te pagaban un sueldo y donde teníamos aportes. Fue algo muy sólido, bien estructurado. Para un actor que recién empieza es un privilegio. Fue bárbaro. Primero, entrar a algo sin saber que sería el éxito que fue. Segundo, en vez de durar cuatro meses, duró dos años. Fue un gran semillero, para mí un aprendizaje de todos lados. Y lo recuerdo con mucha ternura. Me acuerdo de mí y me veo tan chiquita. Y ahora que lo pienso, ya pasó mucho tiempo y en lo personal me pasaron muchas cosas. Lo transité desde muchos lugares. Lo recuerdo como mi primer lugar con compañeros de trabajo. Para mi fue todo un cambio en mi vida porque además me pude ir a vivir sola. Todo en un mismo mes. Pasó a ser mi independencia económica. Y fue así que empecé a dedicarme luego a estudiar realmente teatro y a encararlo todo profesionalmente. Una cosita que crecía dentro de mí que no sé bien de donde.

¿Sentís que te quedaron secuelas del expresionismo de Pepe Cibrián en gestos tuyos?

Ahora me pasa menos. Al principio me cargaban diciéndome que se notaba que venía de Pepe. Porque es como “hiper-expresionaista”. Hay cosas que se repiten gestualmente en aquel que estuvo con Pepe, también porque a él le gusta esa expresividad. Entonces cuando él arma audiciones por lo general sabe lo que quiere, y está buscando eso. Todo los que estábamos aquel día, hacíamos esas cosas con las manos y el rostro. Eso nos pasó. Y molestaba muchísimo, porque yo decía que era una actriz. Me producía fastidio. Ahora no, y me pasa menos. Yo ahora trabajo permanentemente y me entreno para que mi instrumento esté más blando. Hace poco grabé un corto super-naturalista. Era algo muy chiquito y coloquial. Y en tele y en cine no hay que ser tan sacado. Pero lo veo, y me doy cuenta que estuvo bien, que empiezo a poder manejarlo según lo que me pidan. Porque es verdad que no es lo mismo la expresividad en el Luna Park, que en un café-concert para un número reducido de personas. Son cosas totalmente diferentes.

En otro plano de tu variada carrera, se encuentra la televisión como producto masivo, ¿cuánto y qué te aportó la misma?

Realmente mucho no puedo saber. Yo la pasé muy bien en tele, sobretodo con “Nano”, que fue lo primero que hice con un elenco impresionantemente maravilloso, del cual aprendí mucho. Porque es verdad que tiene una dinámica especial el trabajar en tele ya que la forma de aprender es haciéndolo todos los días, o sea haciendo Los primeros capítulos estás muy nervioso, y todo va demasiado deprisa. A nadie le va a importar si estás bien o estás mal. Lo que importa ahí, es si está bien la luz o el sonido, que no se vea el cable, que el vestuario tenga la continuidad de la escena anterior, que el protagonista haya dicho bien la letra. Vos no importás. Entonces, es un gran desafío como actor porque tenés que defender tu trabajo. Y yo estoy muy orgullosa de todo lo que hice en tele. Porque además tenés que decir escenas inentendibles, son realmente imposibles algunos textos. Pero con el trabajo de todos los días vas probando. Ensayo, error, te mirás. También está la expresividad que debe ser pequeña. En televisión todo es menos, mucho menos. Tenés que relajar y pensar que apenas un gesto, con un primer plano, lo ves bien. Es un training muy interesante. Por otro lado, estas tiras te permiten la licencia del humor. Por ejemplo, en “Zíngara”, te juro que yo me hacía pis. Me he divertido mucho porque siempre están esas bocanadas de comedia. Yo he entrado con una jeringa envenenada a la mansión para matarlos a todos. O después tenía que sacar un arma, y amenazarlos. Era todo tan ridículo, un disparate total. Pero era muy divertido. Más allá de eso está el público que reconoce tu trabajo. Me parece que la gente lo ve a uno, diferente a lo que ven por pantalla. El otro día, una señora, se me acercó y me dijo que era una gran actriz y me felicitaba por eso. Siempre he recibido halagos en mi carrera, y todo eso es muy lindo y gratificante.

¿Cómo se dieron tus comienzos como “show - woman” en café-concerts y en pubs?

Yo empecé al revés de lo que suele hacer la gente que trabaja en bares o en lugares así. Es más, no hice mucho de eso. Cuando lo hice fue con espectáculos redonditos, bien armados. Yo empecé en el Luna Park, mi primera experiencia fueron 7000 personas. Entonces yo fui de lo macro a los shows. Desde este mismo lugar cuando tuve que montar un espectáculo, siempre lo encaré dándole interpretación, una historia con personajes y vestuario. Nunca he hecho un repertorio vestidita toda correcta en un lugar. En Clásica y Moderna hice “Los Signos” y tenía tres cambios de vestuario, puse textos de Puig, y se situaba en la época de los inmigrantes, con una pequeña historia. Es por eso que siento que todo lo que voy aprendiendo, va sumando. Por esto digo que yo empecé al revés, ya que tenía a la gente muy lejos y el mirar a los ojos es todo un aprendizaje. Todo cambia al ser en lugares chicos, la gente te está mirando a un metro de distancia. No podés buscar el punto de fuga, porque vas a parecer un idiota. Tenés que poder cantar y mirar a la vez, y también poder volver a vos. Poder salir, conectar y comprender.

Una gran parte de tus shows contienen al tango como género principal ¿cómo lo descubriste?

Fue cuando me ofreció Luis Cícero para hacer una obra que se llamaría “Amor de tango” junto a Eduardo Espinoza. Recuerdo que estaba haciendo “Nano” cuando me preguntó si quería formar parte de una obra done habría que cantar tangos, y yo no sabía nada hasta ese entonces. Pero cuando me lo mostró, me encantó. Era una obra difícil, porque había constantes cambios de vestuario y de personajes. Al principio era una madre, después una chica, luego una mujer destrozada, al rato una chica de pueblo, y así... Eran muchos papeles y cada uno cantaba un pedacito de tango. Y fue ahí que me metí en el mundo del tango, aprendí a bailarlo, a cantarlo, y por sobretodo a interpretarlo. Lo veo como muy teatral, mucha tela para cortar. Y descubrí que no sólo me atrapó como un género muy amplio sino que había tangos de las cosas que menos te podés llegar a imaginar que existirían como desde una cuchara hasta una taza de café.

¿Qué trabajos recordás como los que te brindaron un gran crecimiento a nivel profesional?

Uno muy importante fue “Nine”. Para mí fue algo maravilloso, ya que el trabajo del director inglés partía desde el mismo texto de los personajes, como si fuera una obra de teatro de texto. No el cuadro musical inserto en una historia que después se arma. Sino la historia por sobretodo y la carga dramática de la misma. Realmente lo laburó como una obra de texto y me pareció un trabajo brillante. Siento que mucho de los musicales de afuera repiten siempre lo mismo, se labura desde un lugar de puesta, principalmente. No desde una profundidad de trabajo de personaje. No digo que no lo haría, sólo que no me seduce tanto. La verdad que si yo pudiera elegir, me gustaría que acá se empiecen a escribir comedias musicales. ¡Que se dejen de hinchar! Hay gente con capacidad de sobra y hay jóvenes formados para empezar a escribir. Hay gente que hace música y que están impregnados de lo nuestro. ¿Por qué no empezar a hacer algo propio?. Y no gastar millones de dólares en traer algo de afuera. Por ejemplo, algo que disfruto de hacer y que también es bien nuestro: “El Pelele”. Además de todo lo que me dio esta obra que fueron cosas maravillosas, fue el hecho de haber trabajado el sainete, la murga, cosas más criollas, más próximas a los argentinos. Esta obra habla de aquello que nos toca muy de cerca, con un tipo de teatro y de expresividad que también tiene que ver con nosotros, con nuestras raíces. Por eso conserva tanta vigencia. Y siempre discutimos con Claudio Gallardu porque él dice que no le gusta la comedia musical y yo le digo que es porque conoce poco, y lo que conoce es el estilo americano. El se queja a veces de eso, de lo foráneo. Bueno, hay cosas que se pueden hacer aquí. Si no, véanlo a Hugo Midón. Hay mucho por hacer, el género es bellísimo. A mi me tiene un poco cansada la comedia musical americana.

Sobre la base de esta estructura de trabajo ¿cómo le das forma a tus personajes?

En “Nine” el trabajo de dirección fue brillante. Porque te dejaba correr, explicándote el contexto y con pocas palabras te iba guiando. Pero no te bajaba una línea, diciéndote esto es así o vos ponete así y hacé esto. No es que te marcaba. Yo he laburado con otros directores que te daban todo cocinado, entonces el trabajo creativo del actor era tratar de reproducir eso que te daban cocinado. Para mí, el trabajo del director debe ser guiarte en una búsqueda profunda de tu personaje. Yo creo que el actor es un ser altamente creativo. No me gusta que me digan lo que tengo que hacer. Me gusta que compartamos, que hagamos un trabajo juntos, que me vean y a partir de ahí, se trabaje. Claudio (Gallardu) trabaja como este director inglés. Él es muy bueno, y está siempre alerta. Ve todas las funciones y siempre te dice algo. Es sutil, pero hila profundo. Además pasa algo muy interesante con mi personaje, y es que constantemente va cambiando. Porque no es el mismo desde que vos estrenás hasta que terminás la temporada. El personaje solo te empieza a mostrar el camino. Cada función de “El Pelele”, Estrellita, un personaje sensible, me hace ver algo nuevo de ella. Nunca es igual. La mirada nunca es igual; que es de ahí de donde parto para construir un personaje ya sea de café-concert o de una obra de teatro. Yo trato de entender al personaje y encontrar lo que llamo “la mirada del personaje”. Porque es a partir de la mirada, de cómo ve al mundo, cómo ve lo que lo rodea, cómo está situado en el mundo ese personaje; todo lo demás aparece solo. Entonces las fichas empiezan a encajar, y aparece la expresividad, el modo de caminar y de hablar, lo que no le gustaría, lo que sí. Es encontrar ese par de cositas que te expliquen cómo ve al mundo.

En 12 años de trayectoria, tu posición de crítica tiene un grado de relevancia importante frente a otras personas que recién se están iniciando en todo este mundo. Y este es el caso de muchas personas que visitan el foro de “MundoTeatral.com”, ¿vos cómo ves este auge de las escuelas de comedias musicales?

Yo lo veo bien. Ahora yo tengo un consejo para ellos. Porque hay una cosa que falta en la formación de los actores de comedias musicales, y es estudiar teatro. Me parece que el concepto de las escuelas de comedia musical, obviamente aboca ante todo al entrenamiento físico y al vocal, y de golpe al teatro lo toman más como un juego. No pueden no saber quién es Strindberg. No pueden no saber quién es O´Neill. No pueden no haber recitado un clásico. No pueden no haber leído Shakespeare. No pueden no entender lo que es el Naturalismo o el Realismo. Tiene que saber todo esto. Porque es en esto, donde tanto fallan. Yo los mandaría a estudiar más teatro.

¿Podés decirme tres calificativos que determinen a un artista?

La capacidad de entrega, la disciplina y el amor.

¿Cuáles cumple Coni Marino?

Yo creo que las tres. Porque yo quiero ser un artista. Trabajo para que esas tres cosas se cumplan. Creo que si vos realmente te entregás, y ponés amor en tu espectáculo por más de que alguien puede no gustarle, de seguro que va a estar bien. De hecho a mí me pasa, que yo veo cosas que no son las que más me gustan, pero te das cuenta que ese tipo está poniendo todo de sí. No te gustará el código, pero hay que reconocer el trabajo de uno. Yo escucho a muchas personas decir que tienen talento o que fulano tiene talento. Yo me pregunto ¿qué es eso?, Yo no sé si tengo. O sea, eso es algo que suele decir el de afuera. En lo que sí creo es en el ensayo constante, en prepararse, tomar clases, investigar. Para mí, el arte surge de esas tres cosas: mucho trabajo, mucha entrega y mucho amor.