Retrato de la soledad

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Por Alejandra Herren

Si el unipersonal es de por sí una suerte de salto sin red para cualquier actor, en este caso lo es aún más puesto que no hay nada que no esté sustentado en la actuación.

La anécdota es sencilla: una mujer mayor que ha quedado ciega va al encuentro de un hombre que cuida una plaza –que alguna vez ha trabajado para ella- con el propósito de ofrecerle reavivar el viejo negocio familiar. No hay más historia que esta.

En realidad es la excusa dramática para contar conflictos más profundos, esos que atraviesan y atormentan el personaje que interpreta la actriz Ana Padilla en un espacio vacío.

La ceguera de la protagonista oficia como disparador para ahondar en ese mundo en el que está sumergida, lleno de evocaciones de imágenes que han quedado sin envejecer, detenidas en un tiempo en el que fue feliz, y del cual el hombre al que busca ha sido parte importante. Una evocación que deja al desnudo su infinita soledad presente y su profunda vulnerabilidad.

Si el unipersonal es de por sí una suerte de salto sin red para cualquier actor, en este caso lo es aún más puesto que no hay nada que no esté sustentado en la actuación.

El texto de Pehuén Gutiérrez tiene algunas fragilidades dramatúrgicas, y sin embargo Padilla se las ingenia para producir un crescendo interpretativo de gran potencia emocional.

En apenas 50 minutos, la actriz va construyendo ese intenso momento de desolación, sin pretensiones, sin ningún artilugio más que el cuerpo del actor en el vacío.

Chapeau.

Ficha:
“Córnea”, de Pehuén Gutiérrez. Con Ana Padilla. Domingos, a las 19. Teatro El Kafka, Lambaré 866.