Revista nacional (el musical de tu vida)

Por Rómulo Berruti

La idea giró y giró mucho tiempo en la cabeza de diversos productores.

HASTA COMO COARTADA, LA REVISTA SIGUE VIVA

La idea giró y giró mucho tiempo en la cabeza de diversos productores. El enorme éxito de la revista porteña que reinó en las recaudaciones durante casi seis décadas para polarizarse en dos salas competidoras, Maipo y El Nacional (fueron tres en algún momento sumando el Astros y luego reemplazando El Nacional con el Cómico) estaba pidiendo un revival. Pero además de los costos, hoy absorbidos en general por el apoyo del público, estaba el problema de cómo hacerlo. Reproducirla tal cual es imposible porque aquellos cómicos ya no existen ni tuvieron clonación. Evocarla sin mostrarla era un engañapichanga. Se tomó el atajo de mostarla en parte dentro de una historia donde pasado y presente se fusionan. El hijo de un empresario famoso del género convoca a un viejo intérprete para resucitar la revista. Sin aceptar de manera rotunda y casi en fuga, este tal Pepe se mete en el remolino de sus recuerdos y esas imágenes serán el espectáculo. Con este truco, renace la revista en su costado musical y coreográfico, aunque no lo consigue nunca en los resortes de lo que fueron sus libretos y actores. El impacto reidero debe moverse por senderos actuales que desde luego siguen otro circuito. Ni el monólogo que inmortalizó Pepe Arias puede condensarse en lo que intenta Miguel Angel Rodríguez ni los pies intencionados y erotizantes que brindaba Nélida Roca a Adolfo Stray pueden cristalizar en Romina Gaetani. La falencia la salvaron Florencia Peña, estupenda, lanzada, ella sí muy próxima al mohín atorrante de aquellas chicas, y el mismo Rodríguez, inventando entre los dos una “cortina” -diálogo a telón corrido- muy eficaz en la línea de lo que hacía Juan Verdaguer con sus partenairs. La Gaetani brinda una muy buena figura y juega sin fallas un enfrentamiento con la Peña nítidamente tomado de La malvada y Conociendo a Julia. En cambio, algunos cuadros de baile recuperan el estilo de la revista porteña, especialmente Zalomé y Los felices años 60: el primero inscripto en el clásico tropical y el segundo en los juegos psicodélicos de aquella década. Tanto Víctor Laplace como Nicolás Scarpino sacan jugo a su oficio en personajes que no tienen dificultades para ellos. En general, lo que vimos es un musical más o menos típico, con buena música y un cuerpo de baile que no deja mal a dos nombres tan fuertes como Araiz y Wainrot, excelente vestuario, una escenografía que arrima en parte a la de los viejos tiempos y demasiada letra explicativa. Pero aún así, usada como coartada para más de lo mismo, la querible antigua revista sigue viva en algunos rincones de este homenaje. Sus genes son, sin duda, muy resistentes.