Sin filtro

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Por Fabián D´Amico

Ingeniosa vuelta de tuerca al subgénero "comedia de living" donde lo que se piensa es más interesante que lo que se dice. Goity y Reina con trabajos impecables.

Un matrimonio de mediana edad comparte en una aparente calma el living de su hogar. La mujer intenta corregir trabajos de sus alumnos para entregarlos al otro día, pero el marido está inquieto, pareciera que tiene algo que decirle. Camina, deambula, bebe whisky y no deja tranquila a su mujer, hasta que esta lo enfrenta. El hombre toma coraje y le cuenta que un amigo de la pareja, recientemente divorciado de su mujer, se auto invitó a una cena. La mujer se pone furiosa, ya que la sufrida ex mujer del actual divorciado es su mejor amiga. Un preámbulo para una noche que será de recuerdos cuando se encuentren los tres viejos amigos y la nueva y jovencísima novia del afortunado separado.

Hasta acá, la trama de una típica comedia de living, como tantas que se han visto en temporadas estivales en Mar del Plata y otros centros turísticos. No hay demasiada profundidad en el tratamiento de los temas pero si una originalidad que la hace única: el público no solo escucha los diálogos entre los personajes sino lo que cada uno de ellos piensa. Y esa es la parte divertida de esta comedia francesa escrita por Florian Zeller, apreciar los pensamientos verbalizados.

Los reproches que el marido nunca se atrevería a hacerle a su mujer, los reclamos de ella ante una vida monótona y el detonante como lo es la llegada de la joven y atractiva “mujer de amigo” junto a una versión moderna y relajada de éste gracias al divorcio y la nueva vida.

La cena es un verdadero fracaso y gracias a eso, las risas explotan merced a los pensamientos del marido perfecto que se derrite ante un par de piernas jóvenes, a la incomodidad de la dueña de casa y la sospecha del amigo sobre como es mirada-o devorada- su novia por el anfitrión. Esa situación incómoda habilita al autor para hablar de ciertas miserias humanas como la envidia, la avaricia y el deseo de tener lo que el otro tiene y obliga al matrimonio duradero a mirarse en otro espejo y ver si realmente son felices con la vida que llevan.

La dirección de Marcos Carnevale es precisa, impone un ritmo sostenido a la pieza y cuenta con dos actores de primer nivel que prestigian la comedia y se apoderan de ella .Gabriel Goity juega al marido perfecto, al hombre de mundo que todo lo sabe y nada lo perturba hasta que una simple cena, un rato compartido con gente que se atrevió a cambiar de rumbo lo desestabiliza. Sus gestos, su postura corporal, sus silencios son magistrales y sabe que cada movimiento suyo provoca en el espectador una identificación casi inmediata y se siente en el aire esa complejidad con señores de medio siglo en la platea que goza con cada una de sus salidas. Carola Reina hace una creación maravillosa de esa profesora formal y estructurada y permite que el público descubra en la actriz una veta de comediante nata y quizás velada por un manto de teatro” serio” en su haber. Carlos Santamaria y Muni Seligmann son personajes claves para el desenlace de la historia pero de poco peso y compromiso actoral, roles cubiertos con holgura por los intérpretes.

Una elegante escenografía, rubros técnicos de primer nivel y 90 minutos de sonrisa sostenida son algunos de los ingredientes que Sin Filtro le propone a quien se anime a indagar- y escuchar- los pensamientos de estos seres en busca de la felicidad.