Turandot ¿Quién dijo que la ópera es aburrida?

Por Damián Faccini

Plantear una obra de teatro partiendo del esquema de una opera laureada y reconocida impone un desafío.

Plantear una obra de teatro partiendo del esquema de una opera laureada y reconocida impone un desafío desde la deferencia, el profesionalismo y el criterio artístico-estético. Hacerlo bien y de manera convincente, otro.

Por ambos mares navega hábilmente Alejandro Marín quien nos entrega en una adaptación de tan solo una hora de duración una consumada muestra de que todo es adaptable y además debiera ser ejercicio obligado para hacedores y público no tan cercano a ciertas obras maestras.

Como ya lo comentáramos respecto a la muy buena "Lisistrata Unplugged", esta obra, sin hacer del humor y la sátira su hilo conductor nos invita a visitar una y otra vez la original con un entusiasmo que vale mas que mil recomendaciones de críticos y referentes. Contar lo mismo desde otro código y lenguaje hace del texto especifico algo popular y de lo ya fantástico, una nueva experiencia.

Y esto no es solo gracias a la mano del adaptador/director sino también al compromiso del elenco quien de manera vehemente y comprometida compone y delinea cada personaje, dotándolo de interesantes matices y de un realismo acorde a la propuesta. Una puesta sencilla pero igualmente funcional que en la ópera. Una iluminación acorde y precisa y la música que nos recuerda constantemente el origen.

El monólogo del Príncipe Extranjero (que reemplaza de manera acertada al tema cantado "Nessun Dorma") resume perfectamente la intención del director, quien sin abandonar la idea original, aporta pese al paso de los años más de un elemento interesante.