Un camino de confianza y mucha luz

Por Fabián D´Amico

Con renovado y potente elenco, volvió “Camino a la meca” a la ciudad feliz.

Es difícil hablar o comentar sobre una obra que desde hace más de tres años es éxito, tanto en la cartelera porteña, como en Mar del Plata. Pero si bien es cierto que el texto sigue siendo el mismo, el elenco cambió y en consecuencia, lo hizo la obra.
Resulta odioso hacer comparaciones sobre los elencos que han interpretado la obra, solo se puede decir que con el re-estreno de “Camino a la meca” en la sala del Teatro América, la misma puede ser analizada (y disfrutada) desde otro ángulo.
La historia concebida por Athol Fugard es simple y profunda a la vez. Una anciana escultora cuya aislada vida en un caluroso pueblo de Sudáfrica, está comenzando a perder su luz y confianza, tanto de los pocos seres que la rodean como en si misma. La inesperada visita de una joven profesora, que necesita imperiosamente absorber la luz que emana la anciana para poder seguir adelante con su existencia, irrumpe en la tranquila vida de la escultora. Pero esa no es la única visita que recibirá. La llegada de un pastor, guía espiritual de la comunidad, cuyos intereses en la escultora son confusos, será el detonante de conflictos, luchas de poder y peleas entre estos tres personajes. Un triángulo de seres con rica vida interior, pero cuya coraza exterior provocada por la pérdida de confianza en ciertos valores, los hace por momentos fríos, calculadores o perdidos en sus mundos oníricos.
Todo esto, cruzado verticalmente por la discriminación racial y el papel que juega la mujer dentro de una sociedad machista, hace que “Camino a la meca” sea una pieza universal, actual y dolorosa.
Más allá de los meritos de la obra o la certera puesta y dirección de Santiago Doria, el núcleo central y fundamental para que la palabra escrita llegue a la platea está en el trío protagónico.
En muchos países, el actor es un “player” (es decir, un jugador) ya que actuar proviene del verbo “to play” (jugar). Eso es lo que hace sobre un escenario, a sus jóvenes 83 años, China Zorrilla. Con su juego provoca en los espectadores las más variadas y extremas sensaciones. Su personaje, Helen, transita por distintos estados anímicos, y China aprovecha cada uno de ellos para disfrutar y hacer disfrutar con su arte. Desde una mueca cómplice a la “cuarta pared”, hasta el más sentido monólogo, la energía y el amor por el juego teatral de China Zorrilla permanece intacto y se incrementa hacia el enérgico desenlace.
Pero tal vez, el cambio más notorio en esta nueva versión de la pieza provenga del lado de Carolina Papaleo. No solo se ha producido el cambio de una actriz, sino que el personaje ha cambiado, sin haberse alterado una sola línea al texto. Su Else si bien abatida, tiene la fuerza suficiente como para hacer frente a las adversidades que la vida le presenta. Papaleo realiza un trabajo intenso, plagado de matices, pero a su vez, sanguíneo y visceral. Con este papel en “Camino a la meca” Carolina Papapelo asciende en su carrera, varios escalones de un solo paso, con un estilo muy personal, y logrando junto a China Zorrilla, momento de gran fuerza teatral.
Junto a ellas, en un papel chico pero no menor, Tony Vilas demuestra una vez más su profesionalismo, dotando a su pastor Marius, de dramatismo, tonos precisos y silencios muy logrados.
Una obra conocida, un nuevo y potente elenco y una cita indispensable e imperdible para el disfrute del buen teatro.