Un cuerpo salvaje

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Por Fabián D´Amico

Interesante trabajo de dramaturgia plasmado en un desprolijo discurso. Virgina Kaufman y Silvian Katz se destacan del resto del elenco.

Como si fuera el “lado B” o la versión prohibida de la recordada película Miss Mary de María Luisa Bemberg, el nudo argumental de Un cuerpo salvaje tiene como eje dramático la vida de una adinerada familia patricia de la época del caudillaje y la esclavitud, que pasa sus días de verano en una estancia en La Plata.

Una madre refinada, un patrón con negocios pocos claros, tres hijas mujeres y un varón con edades que van desde la adolescencia a la primera juventud, un capataz, una india esclava y la visita: una pareja de “científicos” extranjeros que vienen a hacer negocios con el dueño del lugar.

Un mosaico de clases sociales, de necesidades económicas y afectivas, el confuso despertar sexual de los jóvenes y las ideas innovadoras de quienes vienen del viejo mundo se mezclan en una obra que –en principios- genera intriga. La “bebida que hace perder el sentido” y que reúne a los hombres de negocio, la necesidad de la “mater familia” de traspasar el umbral de los usos y buenas costumbres y dejarse perder por ese liquido verde, el primer baile de una de la hijas y la latente atracción entre ella y el visitante.

Muchos temas propuestos, con el plus del debate implícito de los indios esclavos y el abuso en manos de la clase dominante, termina por crear un discurso artístico con desniveles, donde pueden rescatarse escenas logradas – sobre todo las intimas o con pocos personajes- pero que al querer mostrar sobre el amplio espacio del teatro una escena colectiva desencadenante del drama- no tragedia porque nadie muere físicamente aunque la mayoría en espíritu- las corridas, los gritos y la desprolijidad, con desnudos incorporados, se apodera y adueña del producto.

Un interesante trabajo de dramaturgia con heterogeneidad de registros actorales y de marcación que desmerece el resultado final. La dirección de Silvia Gómez Giusto- también autora de la pieza- es errática, con actuaciones brillantes como la de Virgina Kaufmann en el rol de la madre aristocrática y una interesante performance de Silvina Katz, que interpreta a la india que no habla pero que escucha, entiende y sabe todo de todos. El resto del elenco se debate entre la inexpresividad y el grito, o en el peor de los casos, una dicción incompresible cuando quien hace de acompañante de la visita mezcla idiomas- habla en francés y español- .

Un cuerpo salvaje, que forma parte del colectivo Teatro Liquido, es un trabajo de experimentación y considerando la obra desde ese prima, se puede augurar nuevos trabajos interesantes de Gómez Guisto como dramaturga. Lo debil en esta propuesta es el camino elegido desde la dirección donde la apertura de acciones, y conflictos que en pos de una puesta dinámica- lo logra solo por momentos- terminan por fatigar la atención del espectador y el centro del interés de la pieza.