Yo amo, tu amas, él MATA

Por Damián Faccini

Con Criminal, Javier Daulte compone una pieza con algunos tintes provenientes del grotesco y ciertos matices del policial negro.

La relación psicólogo-paciente-paciente-psicólogo ha sido caldo de cultivo para las más variadas formas de la expresión artística. Ante este tipo de planteos surge un fenómeno de identificación absoluto e innegable por parte de quienes son espectadores y porque no decirlo también aquellos que lúdicamente interpretan los roles alguna vez asumidos o no fuera del escenario. El imaginario popular ha creado estereotipos del neurótico; del tímido; del psicólogo que confunde a los pacientes con clientes y aquel que va un poco más allá de su profesión.

En base a estos conceptos, el dramaturgo Javier Daulte compone una pieza con algunos tintes provenientes del grotesco y ciertos matices del policial negro. Un hombre irrumpe en el consultorio de un profesional avizorando un asesinato que todavía puede evitarse. El psicólogo recibe al desesperado con la soberbia y temple que amerita su profesión. Será cuestión de minutos, para que entre forcejeos, gritos y demás, aquel desesperado asaltante se quite el disfraz y se presente como el Psicólogo de la esposa del individuo que está por cometer el crimen y que lamentablemente para el Psicólogo “formal” no es otro que su paciente. De ahí en más, una obra repleta de comicidad y suspenso nos llevará por caminos al principio sospechados pero luego derrumbados por una pluma virtuosa.

A Pablo Silva le bastan para armar la puesta en escena dos espacios muy claros y definidos tan sólo por la justa puesta de la luz y una correcta dirección de actores. Los personajes encarnados con acierto por Dumont (hijo) e Iván Espeche dan vida a una situación que resulta perfectamente creíble. Con el discurrir de los minutos veremos la mutación de ambos seres en otros, fruto de un gran manejo interpretativo que viaja desde lo sutil hasta lo extravagante.

Otro acierto de Daulte, cuyo crimen sería el de abandonar la escritura y un acierto de aquellos que asaltan al espectador para evitar un asesinato de su conciencia artística.