Zinema

Por Fabián D´Amico

Colorido y dinámico music hall del grupo Zapping.

Desde hace más de 14 años, una trouppe de jóvenes emprendedores se han adueñado de un sector y género teatral como lo es el music hall, llevándolo a reductos pocos habituales para este tipo de espectáculos. Con su producto “Zapping” no solo cosecharon premios y prestigio, sino que el público empezó a llamarlos con ese nombre. Desde sus modestos comienzos hasta las largas filas que colmaban el teatro Lorange en largas temporadas, cuando esta sala tenía el sistema de “teatro a la gorra”, Zapping creció y maduro artísticamente. Esto queda demostrado en “Zinema” su nuevo espectáculo.

Tomando como eje principal de la obra el mundo del cine, realizan un recorrido histórico-humorístico-musical desde los inicios del séptimo arte hasta nuestros días. Con un comienzo cronológico e interactuando con proyecciones, el show muestra la historia del cine con rigor y nostalgia, entre datos históricos y cuadros musicales. La dosis de humor tan habitual del grupo la introduce la mascota de Dorothy, protagonista de “El mago de Oz”. En una travesura, el perro mezcla las latas y el orden cronológico se altera desde ese momento, nada es igual y ocurren un sinnúmero de situaciones plagadas de delirio que el público festeja con entusiasmo.

Una puesta dinámica y precisa, con cientos de cambios de vestuario en donde todo funciona como un mecanismo de relojería. En Zinema, el grupo se plantea un nuevo desafío: dejar del lado el play back y la fono mímica para cantar con sus propias voces y en vivo. Desafío que superan con más entusiasmo que virtuosismo.

Desde los rubros técnicos, un colorido vestuario junto al diseño de coreografía tradicional pero efectivo dan marco al correcto desarrollo del espectáculo, destacándose de entre todos los cuadros musicales el homenaje a las mujeres del cine de Almodóvar.

Mención aparte merece la cuidada realización y dirección de video de Matías Canony, elemento fundamental para el logrado resultado de Zinema.
El histrionismo de Carlos Guedes, la destreza de Cristhian Barbieri, la gracia y buena voz de Clara Quarneti, junto a un afiatado elenco ofrecen un eficaz music hall, con una producción en donde no se destaca una millonaria inversión, pero si el trabajo artesanal y mucho del amor y sudor puesto en el teatro por esta trouppe de laburantes de las tablas.