¿Usted sabe con quien vive?

Por Rómulo Berruti

El autor Eric-Emmanuel Schmitt, de quién conocimos Varaciones enigmáticas, es un enamorado de los juegos de mente aplicados a los afectos. Aquella pieza era un buen ejemplo.

El autor Eric-Emmanuel Schmitt, de quién conocimos Varaciones enigmáticas, es un enamorado de los juegos de mente aplicados a los afectos. Aquella pieza era un buen ejemplo. Pequeños crímenes conyugales también. Un matrimonio regresa de la clínica, donde él había sido internado luego de un golpe en la cabeza con pérdida de conocimiento. Todo indica una muy grave pérdida de la memoria. Ella intenta ubicarlo de nuevo en su mundo cotidiano: el escritorio donde fabrica novelas policiales, el sillón predilecto, la biblioteca. Las actitudes del enfermo, ambiguas, generan sospechas de una simulación. Pero los parlamentos de la mujer apuntan sólo a una mínima y desorientada pérdida de ruta. Y como suele suceder en estos puzzles, el camino conduce a un callejón sin salida, hay que volver atrás. Como en algunos tramos de la inolvidable ¿Quién le teme a Virginia Woolf? de Albee, este laberinto puede tener la impronta del alcohol, la desconfianza, los celos y por sobre todo, la zozobra de una pérdida de identidad. ¿Hubo una caída de la escalera como dice ella? ¿O un golpe con una estatuilla como afirma él? ¿Hay terceros en esta pareja? De pronto, quince años de convivencia pueden ponerlos a las puertas del infierno. De excelente duración, una hora quince, con una puesta muy aguda de Rubén Szuchmacher que marca las zonas peligrosas para que los intérpretes jueguen al borde, el espectáculo es atractivo. No brilla el texto que pese a su brevedad amenaza quedarse pegado en lugares cenagosos, pero sí la idea motora. Moderna y astuta, la pieza tira un anzuelo tentador y el público pica. Perfecta para el espectador argentino –inteligente, perceptivo, con olfato finísimo para el teatro- tiene la garantía de dos muy buenos trabajos. Mercedes Morán, una actriz notable, aprovecha cada letra de la letra para dibujar una actuación perfecta: sin desbordes pero cálida, elegante y sensual, puede ser potente y muy frágil a la vez. Jorge Marrale se apoya en el estilo exacto para el contrapunto exigido y tiene momentos muy suyos que el libro le prodiga y él aprovecha. Oportuno por su funcionalidad y sobria belleza, el diseño escenográfico de Jorge Ferrari.-