Adiós a María Rosa Gallo

Por Rómulo Berruti

Como siempre en estos casos, María Rosa, la ternura llega tarde. Y uno se pregunta por qué no te abracé muy fuerte en aquél estreno, en aquél cumpleaños, en aquella comida.

Como siempre en estos casos, María Rosa, la ternura llega tarde. Y uno se pregunta por qué no te abracé muy fuerte en aquél estreno, en aquél cumpleaños, en aquella comida. Pero bueno, es así. Por lo cual esas preguntas no sirven de nada. Ahora queda la congoja de la despedida. También la valoración de tus virtudes escénicas que nacían de una entrega emocional completa. Y como en un collage desprolijo, me asaltan momentos fugaces, sueltos pero intensos de tus mejores noches. Los picos dramáticos con Alfredo Alcón en Recordando con ira, de Osborne, bajo la conducción minuciosa de Osvaldo Bonet. Fueron un trío de alto voltaje. También con ellos -aunque sin suerte y con accidentes- Orfeo desciende, de Tenessee Williams. Alcón se clavó una navaja en la pierna, la gente fue remisa y vos le echaste la culpa al título original, nefasto para el teatro: El hombre de la piel de víbora. Pero después se te pasó, claro. Y empezaron grandes gustos personales: Las troyanas, El jardín de los cerezos, La casa de Bernarda Alba (allí te falló el corazón pero lo pusiste en vereda), El farsante más grande del mundo, Fedra, Amoretta, Sólo cuando me río, El conventillo de la Paloma. Y tantas más. Hasta tu despedida con la Campoy en Las extras...o ellas, pasando por El cerco de Leningrado junto a Alejandra Boero. Nilsson te dio lugar en su cine con La mano en la trampa, donde prevenías a Elsita Daniel acerca de no darle a los hombres eso que siempre exigen con urgencia. Nunca te entusiasmó el cine, pero amabas esa escena. La relajación del salario generoso te lo brindó la televisión, de la que jamás abusaste. Y confieso haber vencido mi desinterés por las tiras para disfrutarte en Perla negra, culebrón que fue tuyo cómodamente desde el principio. Ahora que ya no estás, María Rosa, los que te queremos vamos a hacer lo único que sirve: cancelar el olvido y mantenerte viva dentro nuestro. Sin discursos ni homenajes excesivos, a los cuales como a las obras demasiado largas, siempre se les puede meter tijera. Un beso grande.