Al borde de una tragedia

Por Fabián D´Amico

Hay un delicado límite entre el drama y la tragedia y en muchos productos teatrales las diferencias resultan ser mínimas. Se puede argumentar que el drama es una tragedia atenuada, sin que ningún protagonista muera y de ocurrir, que afecte solo a pocas personas y no sea el desencadenante de otros más graves que involucren a la comunidad o sociedad en general como si sucede en una tragedia. En el drama, la muerte afecta solo a los allegados más cercanos aunque en el caso de Vigilia de Noche, la obra del sueco Lars Norén, el deceso de la madre de dos hermanos distanciados no solo perjudica la relación fraterna sino que provoca un sinfín de perjuicios a todo y a todos lo que la rodeaba. Esa muerte juega como la apertura de una caja de pandora con aristas insospechadas y en cierto momento de la pieza, un tanto inverosímil de asimilar, donde la audiencia puede llegar a preguntarse: ¿algo más tiene que pasar?

Un texto estrenado en Argentina en el Teatro San Martín (ámbito otrora por excelencia para este tipo de discurso) y reestrenado en el Picadero, que acerca al público argentino una dramaturgia poco frecuentada como lo es la sueca, con un disparador conocido como los conflictos de pareja tan común en Bergman, pero acá, llevados al extremo Lo particular es que en Vigilia de Noche todo está al borde, ya sean acciones dramáticas o actuaciones, las cuales salen airosas por la visión de Daniel Veronese.

John y Alan acaban de cremar a su madre. Alan con su mujer reciben hospedaje en la casa de John quien vive con su pareja. Cuatro personajes que habitan- y combaten- en esquinas opuestas de un ring donde un quinto protagonista esta omnipresente pero vía telefónica- una hija adolescente de John con serios problemas de conducta- y sobre la mesa del comedor, la urna con las cenizas de la fallecida.

De esa reunión se observan- en un caso extremo de voyerismo teatral- discusiones, peleas, confesiones, viejos rencores y fantasmas que deciden salir a la luz esa noche de duelo. Los problemas de relación entre John- médico psiquiatra- y su joven novia con trastornos de personalidad, la crisis matrimonial de Alan y su esposa por causa de terceros, la avaricia por los bienes materiales, la falta de comunicación entre los hermanos y abortos varios son apenas algunos de condimentos de esta pieza donde la aridez de la temática y dramaturgia, con una adaptación o traducción poco sutil, se contrapone con el preciso delineamiento de los personajes que cobran genuina carnadura merced a la precisa dirección de actores de Veronese.

Walter Jacok compone a un John frio y por momentos ajeno a la realidad gracias a sus discos sin fisura, siendo el rol más lineal en cuanto a la emocionalidad. Manteniendo esa aparente frialdad, el papel interpretado por Mara Bestilli – la esposa de Alan- gana en intensidad a lo largo de la obra siendo conmovedor el momento de su verdad. Pero sin dudas los roles destacados en Vigilia de Noche son los de Luis Machin y Pilar Gamboa. Machin dota a Alan de un abanico de recursos, emociones y silencios tan logrados que hacen que su personaje, al principio distante y altanero se transforme de manera creíble en un ser desbastado por el desamor de todos. Pilar Gamboa compone la criatura más manipulado de la pieza con una fuerza sorprendente, con estados anímicos que cambian en fracciones de segundos y los cuales la actriz hace veraces y genera las únicas miradas piadosas que permite la oscura historia pergeñada por Norén.

Una escenografía conceptual de un living con dos sillones, una mesa, sillas y un tocadiscos como única ventana de escape de John a ese encierro trágico, son los elementos suficientes para que Veronese realice un trabajo soberbio con cuatro actores predispuestos al riesgo y que permiten que una obra distante, y por momentos desesperanzadora, se convierta en un potente discurso teatral cuyo sostén se encuentra en la dirección y en los actores