Bare, una opera pop

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Por Fabián D´Amico

Convencional historia con un interesante relato, vibrante música, armonioso elenco y una excelente puesta y dirección de Pedro Velázquez.

No importa las veces que se vea el mismo espectáculo, cada una de esas expectaciones es singular.Un disfrute que puede materializarse en ver a un artista, una obra, un grupo. Muchas posibilidades con diferentes concreciones. En el género de la comedia musical se puede seguir a un cantante o bailarín, a un autor, director o simplemente resultar placentero ver teatro musical.

Para estos últimos es de visión obligatoria Bare, una ópera pop, musical de gran suceso en el off Broadway que se estrena en Buenos Aires de la mano de Pedro Velázquez como impulsor del proyecto y creador de la versión local.

Una historia de amor gay en el ámbito de un colegio católico- Santa Cecilia- en alguna ciudad americana (se infiere por los nombres de pila de los protagonistas) en un tiempo no lejano pero sin anclaje específico. Un joven conscientemente gay se enamora del galán del colegio y es correspondido por este, pero en el más absoluto de los secretos.

Todo transcurre en el último año de estudios secundarios previo a la despedida definitiva. El chico gay necesita blanquear su amor frente a todos pero el temor de su enamorado, la espada de Damocles de la religión sobre su cabeza y el entorno hostil hace naufragar el final feliz anhelado. La salida a la luz del secreto, la necesidad de aparentar lo que no es y la reafirmación de una condición sexual más allá de toda atadura religiosa marca el camino hacia la tragedia.

Bare, estrenada en 2000 en Los Angeles, tiene una temática que hoy en día resulta vetusta y con marcada tendencia ochentosa. Sin mención del sida como gran fantasma frente al sexo sin protección y con un discurso arcaico ante la diversidad sexual, el musical peca de todos los lugares comunes de los clásicos films románticos de temática gay. El gran atractivo de la pieza radica en la estructura del relato, la partitura musical, el joven elenco y la creativa puesta en escena.

Pese a los reparos anteriores la audiencia logra entrar en el cuento merced a las escenas cortas y dinámicas que arman la trama, con equilibrio entre texto, canciones y coreografías, una cuidada estética y una orquesta en vivo que le da una energía particular al show. Con ese material, Pedro Velázquez crea una puesta en escena que denota arduo trabajo de ensayo y compromiso hacia con el material que tiene entre sus manos.

Un preciso mecanismo de relojería marca el ingreso y egreso de escenografía y actores a escena, que denota los orígenes coreográficos del director, plasmando una puesta netamente coreográfica que sorprende por la plasticidad de movimientos y el planificado plantel esceno-tecnico con recursos mínimos pero eficientemente utilizados, merito compartido con Carla Lanzi, la coreógrafa de Bare.

La virtudes de la puesta se trasladan a la dirección de actores, con un correcto diseño de los personajes- criaturas muy propensas a la caricatura- dentro de los límites posibles que marcan cierta linealidad propia del género.

El elenco de cantantes, actores y bailarines comparten la misma energía y amor hacia la obra que profesa el director y realizan trabajos comprometidos como Mariano Magnifico y Ezequiel Rojo en los roles protagónicos y un verdadero hallazgo como lo es Mica Romano en una composición que se destaca del resto y brilla como actriz y cantante. Andrea Lovera y en especial Patrissia Lorca sobresalen dentro del elenco adulto.

La ecléctica partitura de Damon Intrabartolo le genera una fuerza sostenida al espectáculo, virtud tanto en composición como en la ejecución de la misma por una banda en vivo bajo la dirección de Fernando Toyos. Las canciones de Jon Hartmere tienen una correcta traducción de Marcel Kotliar y se engarzan perfectamente al texto del mismo Hartmere.

Bare, una ópera pop es una interesante propuesta de teatro musical alternativo dentro del circuito comercial, con un discurso artístico local creativo.