Camino abierto

Por Rómulo Berruti

Sobre una clara metáfora de fuga y libertad, el autor Steve Tesich -un yugoeslavo formado en Estados Unidos a quién esta pieza le dio muchas satisfacciones- narra una historia de violencia, corrupción y muerte en el marco de una no identificada.

EL GRITO PELADO

Sobre una clara metáfora de fuga y libertad, el autor Steve Tesich -un yugoeslavo formado en Estados Unidos a quién esta pieza le dio muchas satisfacciones- narra una historia de violencia, corrupción y muerte en el marco de una no identificada guerra civil. Camino abierto es lo que buscan los dos protagonistas, un intelectual y un ex boxeador, para salvar la vida. Y en una utopía pequeña, cotidiana, pero entrañablemente humana, alcanzar -¿por qué no?- un mundo mejor. Con un carro que ellos mismos mueven lleno de pinturas valiosas, intentan sobornar en la frontera y dar el salto. Pronto comprobarán que el Paraíso es mucho más caro. Y que la ejecución de los puros de corazón, en un Gólgota retrospectivo, es apenas el valor mercenario y vil que abre una barrera. Sin grandes ideas ni grandes novedades –estas alegorías se han visto mucho desde siempre- la obra tiene fuerza. Pero la dirección de Soledad Galarce sabotea el interés que podría llegar a la platea con los gritos desaforados (y molestos) de Cristian Abdala, quien arruina así un trabajo tal vez promisorio en el boxeador. Y también, en la misma línea de falta de sutileza, con golpes y patadas sobre el tablado que ensucian de manera torpe un texto que no pide nada de eso. Mariano Caligaris, en cambio, hace lo suyo con mejor ubicación interna y sobre todo, con más lógico manejo de su garganta. Es lacerante la imagen de Jesús que brinda Nicolás Martini y con cierto vigor el dibujo del Monje debida a Fernando Margenet. Muy buena la ambientación de Maximiliano Méndez y justas las luces a cargo de Leo Castillo. Presenta el grupo Teatro de Utopía en El Ombligo de la luna.