Carlos Gorostiza, en una prolija memorabilia

Por Rómulo Berruti

El autor Carlos Gorostiza, gran figura del teatro argentino(y latinoamericano) es también un escritor de mucha calidad. Y tiene el estilo cuidadoso de los orfebres.

El autor Carlos Gorostiza, gran figura del teatro argentino (y latinoamericano) es también un escritor de mucha calidad. Y tiene el estilo cuidadoso de los orfebres. Por lo cual sus recuerdos no se precipitan en catarata emocional sino a través del bibliotecario prolijo, el que sabe dónde conservó cada papel amarillento, cada fotografía con los bordes rotos, cada sonrisa y cada lágrima. El Merodeador Enmascarado remite como título al folletín de Sexton Blake que Goro devoraba de chico en las revistas de historietas. Pero también a su duende personal, el que tenemos todos, y que a él lo llevó de la cerealera Bunge y Born a los elencos vocacionales, de la publicidad con alto rango gerencial al éxito de boletería como autor y director. También de Teatro Abierto, ese pronunciamiento visceral contra la dictadura, a la Secretaría de Cultura de la Nación de la mano de Alfonsín. Hoy, instalado en el procerato un poco a pesar suyo, sigue escribiendo. Vuelan las palomas fue premio Planeta. Este libro de memorias acaba de aparecer editado por Seix Barral. Y no dudo que mientras usted lee esta columna, Gorostiza está sentado en su sillón frente al Botánico reemplazando la angustia de la página en blanco por el pánico de perder los archivos. Su recopilación de recuerdos es muy amplia, década por década, desde los viente a estos comienzos del siglo XXI. Y claro, van de la primera posguerra mundial al estallido de la segunda, el enfrentamiento civil en España, el golpe de Uriburu contra Yrigoyen, el nazifascismo, el peronismo y sus esporádicos pero firmes regresos –que siguen molestándole como siempre- el advenimiento de la democracia, el menemismo y bueno, esta nueva instancia de la cual no puede todavía decir gran cosa. Hay dos circunstancias para acercarse a este volúmen: desde el conocimiento del escritor y sus evocaciones –es mi caso, su descripición del Cervantes de Cunill Cabanellas podría haberla firmado yo, sólo que dando un salto de 15 años hacia adelante- y también desde la inocencia de quien apenas lo conoce. Este último lector disfrutará el descubrimiento del teatro independiente, se asomará a la hosca y tímida ternura de Armando Discépolo, sabrá que El puente, el debut de Gorostiza, se dió a la vez en el teatro de combate y en el profesional. Y mucho más. Descubrirá por ejemplo que en una noche de insomnio de su juventud, el autor encontró un gusano vivo encondido en el lomo de Mi lucha, el célebre libro de Hitler.Y sin embargo, cuando Bergman estrenó su film El huevo de la serpiente no lo acusó de plagio.-