Chicos Lindos

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Por Fabián D´Amico

Interesante performance sobre la construcción de la figura masculina con dirección de Gabriel Gavila

Seis chicos “lindos” vistiendo solo un diminuto short negro forman una masa de cuerpos enlazados en el piso al ingresar en la sala. Uno de ellos, el séptimo, se diferencia del resto al estar vestido de blanco. Al iniciarse la función- o mejor dicho la performance- cada uno de ellos se presenta compartiendo con el público su nombre, características y rasgos de belleza y fealdad. Según ellos, son ellos mismos quienes hablan al público y no un personaje que están representando. Pero en verdad el límite entre esa supuesta realidad y la ficción está bien diferenciado.

El vínculo que se genera y establece entre actores y audiencia está teñido de artificialidad, de distanciamiento, de una construcción de esa supuesto “reality teatral” donde no se habla sino que se escupen las palabras a los gritos y de una manera acelerada, dejando de lado todo viso de realismo como estilo teatral.

Los primeros amores, la relación con el cuerpo, con una belleza establecida y los estándares de la misma; temores y miedos profundos, y el teatro y su manera de encararlo, salen a la luz en esta especie de catarsis de palabras, gestos, movimientos y golpes que conforman la dramaturgia de la obra. Muchos temas que no tienen por qué resolverse ya que no se trata de una obra convencional sino de una experimentación como bien reza en el programa de sala o en los flyers que anuncian la obra: Experimento Teatral Concebido y Dirigido por Gabriel Gavila.

Este experimento se centra en la construcción de la masculinidad, la cual puede ser vista desde distintos ángulos. Muchos podrán considerar la propuesta como “teatro queer” aunque si bien es cierto que ciertos clichés están presentes-cuerpos definidos, torsos depilados, insinuaciones e histeriqueos hacia la platea masculina que nunca resulta ofensiva o invasiva- el discurso va más allá de la cuestión de género, intentando ironizar lugares comunes y prototipos de hombre, de ese “ser masculino” tan instalado en el inconsciente colectivo y el cual Gavilla expone en escena y trata de mostrar sus debilidades y fortalezas.

Una puesta en escena aséptica, libre de todo elemento exógeno a la acción, iluminación casi sin matices, dirección minuciosa y siete jóvenes actores quienes demuestran una entrega y compromiso con lo que se cuenta, construyen esta propuesta diferente dentro de la cartelera porteña que puede verse en La Casona Iluminada.