Como estar juntos

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Por Silvia Sánchez

Un potente texto de Diego Manso que brilla con muy buenas actuaciones

Que importa que se mezclen los temas. Que importa que en la “vida real” la gente no hable así. Que importa el calor de la sala. Que importa si cuando Marta Lubos dice -casi al final de la puesta- ellos siempre ganan, ellos siempre vuelven, uno se conmueve por sentir con esa mujer una hermandad secreta. Y da orgullo jugar para su equipo. Y dan ganas de hacer revoluciones.

El monólogo de Angélica (Marta Lubos) agonizando colgada del suero; la mierda de Nina en la masa de la López; la concha podrida de la López; San Pantaleón, la triple frontera; el sexo de Monguito; y esa canción del final que hace feliz a Nina, tan feliz que así sí podría ya morir; son algunos de los momentos más poéticos y brutos (sí, las dos cosas juntas porque son lo mismo) de Cómo estar juntos, el tratadillo acerca de la vida que escribió Diego Manso.

Es que el texto de Manso es algo así como la vida con lupa; como una fotografía en la que uno puede mirar en diferentes direcciones, en diferentes tiempos, en diferentes registros. El desvelo que lleva al título de la obra es tan amplio y tan ecléctico que abarca no solo al amor de pareja, sino también al filial, al militante, al generacional.

Y como da la impresión de que el autor es radical (como dice el tango: de los que aprietan bien la mano) una situación límite es la que dispara el desarrollo de la pieza: Angélica (Marta Lubos) se está muriendo de cáncer y debe decidir con quien deja a su hija Nina (María Inés Sancerni) que tiene un retraso mental. La López parece haber comprado todos los números pero como en la vida las cosas no son siempre como deberían ser (¿y como se atreven a decir que esta obra no se parece a la vida?) planean un matrimonio con Monguito (Iván Moschner), hijo de los Taglioretti (Julián Vilar y Maitina De Marco) quien también padece un retraso similar al de Nina.

En el medio desfilan los años setenta, las traiciones, la inmolación y siempre, como telón de fondo, la desesperación por encontrar la forma. Por encontrar.

Y si lo de Manso es un pequeño tratadillo sobre la vida, lo de Suardi y sus actores es un pequeño tratadillo sobre el teatro (¡otra vez volvemos al inicio!)

Se hace lo que se puede con lo que se tiene a mano, dice uno de los personajes en un momento. Y en la mano se tiene un montón: un director generoso, un elenco inteligente (una Marta Lubos potente, encarnadísima) y un autor de una sensibilidad tan extrema como delicada.