Déjala sangrar, un teatro diluído en otros géneros

Por Rómulo Berruti

Benjamín Galemiri desembarca en Buenos Aires de la mano de un compatriota, Patricio Contreras.

Dueño del prestigio acumulado en Chile y otros países, Benjamín Galemiri desembarca en Buenos Aires de la mano de un compatriota que ya conquistó esta plaza con armas y bagajes, Patricio Contreras. El planteo de su obra Déjala sangrar es interesante como tema y a la vez muy riesgosa como propuesta escénica. La obra tiene un propósito claro y lo consigue: filtrar todo lo que habitualmente disfrutamos (o no) en el andamiaje convencional para dejar el zumo puro de la idea motriz. Los cuatro personajes, dos hombres y dos mujeres, son activistas políticos inconfundibles, setentistas que han recorrido el camino de la utopía haciéndola visible con el color de la sangre. Toda América sabe del efecto palanca que estos combatientes aplicaron sobre las dictaduras militares, destinadas a su vez a proteger la concupiscencia inagotable del dinero. Pero la pieza pone la mirada en la caducidad de los sueños y el acatamiento al mandato subsiguiente: no sean ingenuos, dejen la batalla contra molinos de viento y aprovechen su situación política para hacerse ricos. Vida hay una sola y el oro no tiene ideología. Así, los cuatro pierden el rumbo primigenio y acumulan culpa, los cuatro -como románticos caducos y baratos- procuran olvidar con sexo y alcohol. El autor los presenta con carnadura mínima porque quiere sus conductas de fondo, no su gestualidad pragmática. Por eso Theda Godard (Alejandra Flechner), Virna Vigo (Ingrid Pellicori), Mijail Kapriski (Horacio Peña) y Simón Tolkathov (Tony Vilas) se asemejan en figura y accionar no sólo a sombras cinematográficas del nostalgioso blanco y negro -el cine está siempre presente en la voz del relator (Vilanueva Cosse) recordando títulos emblemáticos que remiten a lo que ahora son- sino también a perfiles de comic, tan perfiles que un hallazgo de puesta los presenta a veces como figuras recortadas en cartón. Aunque existe un texto más que intencionado y dirigido con mira láser, el espectáculo no puede sobrevivir apoyado en él porque se vuelve frío y discursivo.

Por lo tanto, la concepción del director es clave para que Déjala sangrar palpite y ese zumo final a que aludimos antes estalle en imágenes. Patricio Contreras asumió con muy buenas ideas esa responsabilidad y aprovechó el escenario pequeño y tan cercano a los espectadores de la sala Cunill Cabanellas del San Martín. Para empezar, la idea del laberinto fue elegida sin desalentarse por su discutible originalidad, aquí sirve no porque los personajes se pierden sino precisamente, porque no se pierden, porque conocen de memoria el sendero de su claudicación moral. Los cruces en el dibujo de esos caminitos estrechos son los puntos de confluencia que las respectivas historias personales no pueden eludir. Los intérpretes no “actúan” las circunstancias que viven de un modo naturalista, las dicen, las recitan inclusive con un dejo de burla radioteatral, un género igualmente utilizado por Contreras con astucia. Y hasta su lectura visual de la obra lo hace elegir para Ingrid Pellicori el papel más “animal”, más cárnico, más rotundo, todo ello exaltado por el rojo fuerte del vestido, porque ella es la víctima de sus ex camaradas, el cordero del sacrificio, la res que dejarán sangrar. Los otros tres se mimetizan (y por tanto se esconden) en gamas de gris que uniforman su tácita complicidad. Los paraguas cumplen una función similar en el tramo final para ocultar una vergüenza tardía. Todos los trabajos son valiosos, pero se benefician Alejandra Flechner, muy filosa e intensa, y Horacio Peña cuyo Mijail le brinda chances nítidas. Ingrid es la muy sólida actriz de siempre, en tanto Tony Vilas supo cincelar con paciencia y estilo un carácter complicado, porque Simón está lleno de potencia implícita. Villanueva Cosse, imprescindible en el comienzo para ubicarnos en la historia, se retira con cautela cuando el relator sobra.

Déjala sangrar es un ejercicio teatral atractivo. También desafiante. Tanto Galemiri como Contreras pueden relajarse, la cosa salió muy bien.