De monstruos y prodigios, la antigua farsa sigue viva

Por Rómulo Berruti

El grupo mexicano Teatro de Ciertos Habitantes, se integró al 6to. encuentro de teatro de Bs. As. con 'De monstruos y prodigios', creado por Jorge Kuri.

El tema es muy rendidor y tiene la ventaja de una escasa utilización reciente: los castrati, célebres mancebos del siglo XVII que eran sometidos a la ablación de los testículos para mantener sus voces privilegiadas sin que las hormonas masculinas las estropearan. Obviamente, su condición masculina garantizaba la calidad única del registro un poco más allá del que podía alcanzar una niña, las anheladas tres octavas que una época postrada en adoración ante la música sabía valorar. La literatura sobre estas aves canoras desprovistas de sus atributos varoniles es abundantísima y en ella campea el cinismo que justificaba la mutilación: no sólo porque la música era merecedora de todos los sacrificios sino porque como sostiene Charles de Saint-Evremond en una carta de 1685 que el programa de mano reproduce, la nueva condición ofrecía ventajas sociales indiscutibles. También la suerte de liberarse de una familia sin resignar los divertimentos con una amante, como la erección no fugaba con las glándulas seccionadas, la alcoba seguía siendo una opción muy tenida en cuenta por las damas: ni eyaculación precoz ni embarazo.

Todo este mundo tan particular es aprovechado por el elenco mexicano para edificar un farsa de salón bien afrancesada, con abundancia de trajes versallescos y pelucas, música de piano ejecutada en escena, picarescas (y envejecidas) ambigüedades sexuales, un castrati que sin duda canta muy bien pero lo hace demasiado seguido y breves pasos de comedia muy amanerados donde abunda la caricatura pero falta el ingenio de texto. Esta gente tiene oficio y generosidad creativa, sobre todo en lo visual, también recursos como para incorporar un cañón napoleónico disparado hacia la platea poco después de que unos crupiers simularan enojarse con los huéspedes aztecas. El vestuario es rico y la incorporación de indígenas prolonga el sarcasmo de base hacia temas más amplios. De monstruos y prodigios tiene algunas ideas, floja letra y para lo que exhibe dura más de lo prudente, porque aunque una hora y tres cuartos está bien en términos generales, aquí la sorpresa se agota mucho antes. Arquetípico exponente de festival, discreta farsátira de exportación, el espectáculo fue recibido con entusiasmo, aplausos cálidos y mucha complicidad.-