El Balcón: escollos insalvables

Por Rómulo Berruti

Autor maldito en los 50, sabía encender no sólo iracundias políticas sino también morbos sexuales. Las criadas conoció muchas versiones, haciendo las delicias de los ávidos públicos de entonces con su juego de poder travestido.

Envejecido, pero siempre atractivo, Jean Genet hace mucho que falta de nuestras carteleras.

Envejecido, pero siempre atractivo, Jean Genet hace mucho que falta de nuestras carteleras. Autor maldito en los 50, sabía encender no sólo iracundias políticas sino también morbos sexuales. Las criadas conoció muchas versiones, haciendo las delicias de los ávidos públicos de entonces con su juego de poder travestido.

El balcón también supo ser un texto tentador. El mundo que pinta es el de un prostíbulo anclado exprofeso en el lugar común: la madama, las pupilas, el sadomasoquismo y sobre todo, la libertad -por entonces inimaginable- de poder asumir papeles secretamente anhelados. Los clientes además de aliviarse y estimular su excitación con los ejercicios consabidos, pueden ataviarse con los ropajes del Obispo, el Jefe de policía, el Juez, el General. La mascarada liberadora propicia el castigo por los pecados. El texto conserva algunos valores, aunque apreciables más bien a través de la mirada arqueológica. No puede negarse que es una obra cuya fecha de vencimiento ha caducado hace mucho. Desde luego, su potencial genético podría revitalizarse con una puesta de valiente originalidad. Lorenzo Quinteros se quedó lejos de este objetivo y armó un espectáculo donde Fernández-Vaccaro (escenografía) y la misma Fernández, con Cook-Dieguez (vestuario) resultan ganadores por sus logros visuales.

Los tiempos, los climas, la carga onírica y la obligada alegoría naufragan golpeadas por vacilaciones e inseguridades. En lo interpretativo sufre Patricia Palmer como la madama Irma, trasmitiendo la sensación de haber asumido un peso que ahora la agobia. Aunque con la sugestión y calidad profesional que ya supo acreditar hace mucho, de a ratos se la percibe incómoda. Con difusa transición entre la puta y la reina, tal vez planificó momentos, situaciones y atmósferas que luego no encontró. Los mejores son Jean Pierre Reguerraz en el Obispo y Juan Carlos Galván en el Jefe de policía (es un actor sobreactuado, pero eso desde hace décadas, sólo que él lo suple con un indiscutible carisma), con algunos aciertos de Pablo De Nito como el general y una minuciosa composición de Quique Canellas en el Delegado de la Reina. En cambio es inaceptable la mala interpretación de Héctor Leza en el juez. Un numeroso elenco cubre otros papeles de manera despareja y a Victoria Troncoso le queda grande Chantal, una contrafigura muy interesante. La imágen del prostíbulo como espejo del mundo es muy vetusta.

La literatura, el teatro y el cine la han usado hasta el hartazgo y en ese intento El balcón es superado por la estupenda La visita de la anciana dama, de Dürrenmatt. Pero siempre se puede atacar el remoto fósil con una buena recreación. No es éste el caso.