El precio del amor

Por Paola Rompato

Lo que me costó el amor de Laura.

La opereta criolla de Alejandro Dolina Lo que me costó el amor de Laura sube nuevamente a escena a tres años de su estreno. Esta vez lo hace de la mano de “Los Veintidós”, grupo de teatro independiente dirigidos por el sorprendentemente joven Francisco Sánchez Breccia.

La obra (cuya versión original fue editada en 1998 en disco doble y libro) cuenta la historia de un enamorado Manuel que recorre las calles del Barrio del Dolor en busca de la llave que le permitirá conquistar el corazón de Laura. En el año 2000 esta versión original es modificada por el mismo Dolina quien adapta la obra para que pueda ser representada, logrando que los vaivenes de Manuel puedan verse en escena protagonizados por un Dolina acompañado de intérpretes como Guillermo Fernández, Julia Zenko y Los Huanca Hua, entre otros.

Para esta versión 2004, el elenco encargado de revelar cuánto cuesta el amor de Laura es un grupo de teatro independiente que ha demostrado que el trabajo autónomo y “a pulmón” no es un límite para desarrollar una puesta en escena digna de elogios.

La innegable capacidad creativa de Dolina da origen a una obra que cuenta una historia de amor a través de diálogos cantados en ritmos tangueros, folklóricos y murgueros, respetando el “formato académico” que hace que esta obra se denomine “opereta” (algo así como una ópera menos grandilocuente). No caben dudas de la excelencia de la obra, como tampoco de las exigencias musicales que la misma implica más allá de las exigencias actorales. Sin embargo para “Los Veintidós” el desafío a emprender no los acobardó y en la escena quedó evidenciado el talento y la capacidad de trabajo de este grupo de teatro independiente.

En una sala poco convencional, donde el reducido espacio físico puede llegar a limitar el trabajo actoral de veintidós personas en escena, este grupo de actores se apropia no sólo del mismo escenario sino que utiliza también parte del espacio destinado para el público y, sin encimarse ni obstaculizarse, se desenvuelven aprovechando al máximo todos los rincones del lugar.

Los recursos escenográficos se limitan al detalle, a una sencillez que no opaca el trabajo actoral y que sugiere claramente los diferentes paisajes por los que transita el protagonista.

Un Manuel atormentado se pone en el cuerpo de Ezequiel Martínez, que logra transmitir con su expresividad, su voz bien trabajada y su musicalidad el dolor de este hombre abrumado que vaga en busca de la llave del amor que le permita abrir el corazón de una caprichosa Laura, representada por Vanesa Savignano.

El relato de este hombre angustiado es escuchado casi impacientemente, como sin tiempo para esas minucias, por El Otro, que se materializa en el actor Carlos Ledrag el cual sorprende con su plasticidad actoral cuando, hacia el final de la obra, el personaje deviene en una inesperada metamorfosis.

Un Locutor y un Mozo son testigos de esta historia: el primero como un personaje ajeno al relato, que interviene en escena con breves pero necesarias explicaciones; el segundo como el típico mozo de bar que, ¿involuntariamente? ¿distraídamente?, se involucra en las historias de los clientes de sus mesas. Carlos Rosas es quien de una manera formidable lleva adelante la doble personificación de Locutor y Mozo, conquistando al público con la calidez y la simpatía de sus personajes.

El elenco en su conjunto, que encarna a los diferentes interlocutores con los que Manuel se va topando en su recorrido, da cuenta de una concienzuda preparación tanto actoral como vocal, la cual queda demostrada en el equilibrado desempeño en escena como también en la afinada interpretación coral.

Cuál fue el precio que Manuel pagó por el amor de Laura podrá saberse en el transcurso de todos los viernes de este mes de enero, en la sala de Liberarte, donde Lo que me costó el amor de Laura seguirá en escena quizás para despejar dudas sobre el precio del amor, quizás para sembrarlas.