Farsa zumbona y bien actuada

Por Rómulo Berruti

La infatigable Patricia Suárez –acaba de reponer Rudolph y estrenar El tapadito- vuelve a la carga en el Payró con esta obra breve que imagina las últimas horas de Evita en la residencia de Austria y Libertador.

Las 20 y 25... Los mucamos de Evita

La infatigable Patricia Suárez –acaba de reponer Rudolph y estrenar El tapadito- vuelve a la carga en el Payró con esta obra breve que imagina las últimas horas de Evita en la residencia de Austria y Libertador. Concebida como una farsa intencionada sobre ciertas perplejidades y desfasajes de clase, se ubica como Babilonia, de Armando Discépolo, en el subsuelo de la casa que habitan los sirvientes. La inspiración de esa notable comedia satírica –no es un grotesco- resulta nítida desde la primera escena donde un mucamo acosa a una compañera. Enseguida, ese mundo también jerarquizado establece un vaso comunicante con el de los pisos superiores.

La autora fantasea el impacto de la agonía de la señora y el dolor del general sobre esta gente de servicio que sin embargo no se asimila a los otros trabajadores del país, todos beneficiarios indiscutibles del peronismo. Berta es el ama de llaves, ama al fin de cuentas, o sea patrona. Cayetana, Márgara y Pedro tres mucamos que ante la inminencia del adiós de Evita, buscan acomodarse a esa nueva situación. La pintura es desbordada y caricaturesca, Cayetana sufre delirios de identificación con la Abanderada de los Humildes, Márgara no disimula su insatisfacción sexual y Pedro –que usa el pelo cortado y peinado como Perón- es un busca que presume de contactos importantes. Ataques de nervios y disfraces demenciales son el condimento de Las 20 y 25... un retablo muy bien dibujado y movido por Helena Tritek.

El fuerte de Patricia Suárez en este texto es el humor sarcástico y el felíz armado de una buena idea. Su debilidad la falta de un auténtico contenido en beneficio del impacto de las situaciones y la hora quince de duración, velozmente disfrutada. Sobre un diseño escenográfico del hipercreativo Eugenio Zanetti, las actuaciones alcanzan el nivel requerido para que la fábula funcione. María Comesaña se instala con mesura en la autoridad notoria de la mandamás, su interpretación es muy sólida e inteligente. Gipsy Bonafina capitaliza rápido y bien la las locuras de Cayetana, un papel muy agradecido. En una línea más sutil, Mara Bestelli transita sin fallas el camino sinuoso de Márgara. Con recursos algo más menguados, Luciano Bonanno es Pedro, una especie de acróbata eufórico del sótano presidencial.

Divertido y burlón, el espectáculo picotea sin abusar en Babilonia y Las criadas demostrando que la Suárez, dueña total del oficio, es una especialista muy astuta en las chances que le brindan los eventos históricos.-