Gandolfo, el teatro puro

Por Rómulo Berruti

Con la muerte de Carlos Gandolfo se fue un gran artista y a la vez reverdece la memoria de un gran teatro.

Con la muerte de Carlos Gandolfo se fue un gran artista y a la vez reverdece la memoria de un gran teatro. Se había formado en la fragua del teatro independiente, cuyas disciplinas básicas eran el trabajo (todo, como se ha dicho hasta el cansancio, también clavar telas y pintar tachos), la lectura de textos escénicos y el compromiso ideológico. Como actor trabajó bastante y en algunas obras que supieron del éxito. Rescato dos: una versión de Cándida, de Bernard Shaw que codirigió con Hedy Crilla y donde también actuaban Agustín Alezzo y Augusto Fernandes (La Máscara), y Negro...azul, negro, de Víctor Proncet, dirigida por Fernandes, donde compartía el escenario con Dora Baret, Flora Steinberg y Carlos Moreno (Café Teatral Estudio). Luego del mazazo que fue enterarse de su cáncer de garganta que le impediría volver a interpretar y terapia mediante, superó la depresión y puso toda su energía en la dirección. Su perfeccionismo obsesivo, su grandes conocimientos y tratar con gente –los actores- a quienes tanto amaba, armaron un profesional fuera de serie. Todos sus títulos sorprendieron por la calidad que emanaban y supo ser cambiante, aventurero y curioso. Así como hizo aquél Shaw mencionado y Panorama desde el puente, de Arthur Miller, encogió el corazón de todos en Teatro Abierto con Gris de ausencia, de Cossa, un hito inolvidable. El gran deschave, enorme éxito de Sergio de Cecco y Armando Chulak, le había dado dinero y prestigio conduciendo a Federico Luppi y Haydée Padilla. Una mirada muy penetrante supo lucir analizando y poniendo de pie el extraño y a veces muy inquietante teatro de Oscar Viale cuando montó Encantada de conocerlo. Y luego, Y por casa...¿como andamos? de Osvaldo Dragún. Hace cinco años, Hughie de O Neill y enseguida Copenhague, ese curioso fenómeno de público que obliga a reponerla en marzo por quinta vez en el San Martín. Lo último fue también allí, En casa/En Kabul, de Tony Kushner. Muchas alegrías, muchas emociones en la vida de Gandolfo. Y una nada menor fue que su hijo Matías inaugurara una sala, El Actor Studio, verdadero centro de espectáculos y cultura. Otra, la devoción de sus alumnos. Sí, valió la pena pelearle al cáncer durante 32 años.-