Gardel

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Por Fabián D´Amico

Acercamiento musical a la vida del popular mito argentino con una creativa partitura y un destacado trabajo de Guillermo Fernández junto a un sólido elenco.

Muchas figuras nacionales emblemáticas tienen su musical: Discepolo, Tita, Eva, Manzi y otros más. Pero “la voz que cada día canta mejor” no lo tenía hasta este mes, cuando se estrena Gardel, un postergado proyecto de Guillermo Fernández junto al actor Luis Longhi y a músico Federico Mizrahi que vio la luz en un barrio tan emblemático como San Telmo, en la sala del Moliere.

Una historia conocida- y sin sorpresas- es la que se muestra sobre el escenario y que refleja la vida del cantautor desde su niñez, cuando llega al país en brazos de su madre, hasta su trágico accidente en Medellín en medio de una gira latinoamericana. Una sucesión de escenas-estampas hilvanadas por el relato de Tito Lusiardo (interpretado por Longhi) que nos muestra las distintas décadas de la vida del zorzal criollo, desde su juventud rodeado de personajes estereotípicos del barrio de la boca- el tano del bar, el gallego del mercado-, sus primeros amores y aventuras, pasando por sus primeros éxitos junto a José Razzano, la carrera ascendente, el cine y Hollywood para culminar con su regreso a Buenos Aires y la inconclusa gira donde encuentra su muerte.

Todo en Gardel es ameno y agradable pero dérmico e historicista. A excepción de la escena donde Gardel se enfrenta a su destino, hay pocas acciones dramáticas potentes que sostengan el relato más allá de lo anecdótico. El problema de Gardel con su sobrepeso, la angustia por encontrar un estilo propio, el desarraigo al entrar a un país extranjero y no saber si utilizar pasaporte francés, uruguayo o argentino y su temor ante su público argentino luego de su suceso en el exterior está documentado por no aprovechado dramáticamente y en algunos casos, como en la escena del hotel previa a la filmación de su película, roza lo grotesco.

Con este material, el director Ignacio González Cano realiza una puesta en escena dinámica y efectiva donde paneles móviles arman distintos espacios y gracias a una excelente dirección de arte, en especial las precisas y originales proyecciones y el acertado vestuario, el musical obtiene un lujoso entorno en un escenario de escasas dimensiones. González Cano –junto a Omar Kuhn- eligen para delinear a los personajes un estilo artificioso y grandilocuente, muy cercano al folletín, con personajes muy pintorescos y cercanos a la caricatura (interpretados por un certero Luis Longhi), un Gardel con la sonrisa siempre franca y sus ojos desorbitados y las mujeres que oscilan entre la sufrida madre, la inocente novia o la frívola asistente del director. Un estilo de dirección que rememora las películas de Gardel de los años 20 donde todo era posible menos cualquier cuota de realismo.

Una partitura original firmada por Mizrahi- Fernández con bellas melodías a las que Longhi aporto una creativa letra y el elenco homogéneo y profesional, capitaneado por Guillermo Fernández que se destaca no solo excelente cantante sino que además cumple con una lograda actuación de Gardel son los puntos más destacados de este primer acercamiento a la vida y obra de un mito del tango argentino.