Gualicho

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Por Fabián D´Amico

Previsible show de magia con formato de Freak show.

El mundo de la magia y del teatro siempre han estando unidos pero manteniendo una distancia prudencial en cuanto a la dramaturgia, no mezclando “aguas de pozos distintos”. Hay espectáculos de magia donde la teatralidad proviene del lado de la puesta en escena, hay cortinas efectivas en teatro de revista pero pocas veces se ven unidas las palabras y los tucos en una obra teatral. Emanuel Zaldúa lo intenta en Gualicho con resultados dispares.

Una sensual mujer (Wadalupe García Dupuy) canta jazz en posiciones provocativas y con tiempos musicales particulares acompañada al piano por un joven interprete (Horacio Pallarés). Lo que parece una velada musical en un tétrico cabaret iluminado por frascos conteniendo velas casi extinguidas cambia abruptamente ante la llegada de un ser deforme y tenebroso. Ata a la mujer, adormece al pianista y ofrece, de manera literal a la audiencia, su corazón, el cual coloca en un frasco.

Comienza en ese momento un Freak show, un tipo de espectáculo de variedad que presenta rarezas biológicas, como lo es el deformado físico del mago pero que se queda a mitad de camino entre la esencia de un genuino show de variedades y un largo monologo existencialista que gira en torno a que estamos dispuestos a hacer por amor y a que precio.

Con la participación activa de la audiencia en trucos de magia y mentalismo –vistos y resueltos en cuanto programa televiso exista sobre la magia- Zaldúa pone todo su oficio y entrega en una obra cuyo eje conductor es confuso y su resolución casi inexistente.

Gaulicho solo podrá causar efectos de embrujo a los inocentes de espíritu que disfruten de un previsible show de magia bajo un discurso teatral endeble.