Gustavo Wons, un argentino que llegó a Broadway.

Por Axel Drimer

Luego de participar en numerosos musicales en Argentina, trabaja en New York y a su vez coreografia producciones para la avenida Corrientes.

Nota realizada por Axel Drimer, corresponsal en New York.

El bailarín y coreógrafo argentino Gustavo Wons vive en Nueva York y a su vez mantiene un fuerte contacto con su país natal: será el encargado de armar las coreografías para el musical Sweet Charity, la nueva producción de Daniel Grinbak que protagonzará Florencia Peña a partir de Septiembre y también participó como coreógrafo asociado en Victor Victoria. Wons comenzó su carrera como bailarín en varios de los principales musicales argentinos y también trabajó con Nacha Guevara. Llegó a Estados Unidos con una beca Fullbright para estudiar danza, lo que le permitió insertarse en Broadway.

Habiendo trabajado en Broadway, este año estás volviendo por temporadas a Argentina para coreografiar importantes producciones musicales ¿Qué proyecto te hará retornar por segunda vez en el 2006?
Estaré en Argentina nuevamente en Agosto ya que seré el coreógrafo de Sweet Charity, la nueva producción musical de Grinbank que se estrenará en Septiembre y tendrá como protagonista a Florencia Peña. No estoy autorizado a hablar mucho, pero puedo asegurar que va a estar espectacular.

¿Y Cómo te sentiste participando creativamente en el musical Victor Victoria en Argentina a principios de este año?
Fue alucinante. Por empezar, fue muy bueno para mí poder volver a Buenos Aires desde otro lugar que no fuera el de ser bailarín. Participé como coreógrafo asociado, apuntalando en la composición coreográfica a Gustavo Zajac (coreógrafo y director general de la obra) con quien me llevé muy bien. Victor Victoria es un musical muy entretenido, cuenta con un gran elenco y fue una gran experiencia formar parte de esta producción.
Estos últimos años trabajaste en Estados Unidos ¿Cómo hiciste para llegar a Broadway?
Luego de varios años de trabajar en comedias musicales y espectáculos de danza en Argentina, viajé a Estados Unidos gracias a que obtuve una beca Fullbright para estudiar baile durante un año. Pensé que sólo estaría un año pero me gustó, me enganché... Pasado el segundo año aún quería quedarme, pero volví a la Argentina. Ahí trabajé en Chicago. Finalmente viajé a España y luego de un largo y difícil trámite para obtener mi Visa pude volver a Nueva York para instalarme definitivamente. Acá la clave es audicionar mucho, poner la cara todo el tiempo. La cosa funciona cuando te ven seguido, es la única manera de meterse en el circuito. Como extranjero llegué con características que, a primera vista, parecían jugar en contra: hablar otro idioma y el moverme de otra manera; sin embargo me fui dando cuenta de que podía ser una ventaja porque en ciertas ocasiones jugó a mi favor... una identidad diferente.

¿Tuviste que cambiar alguna de estas cosas para poder trabajar?
Tuve que trabajar mucho el acento, porque si te contratan no podés tener acento foráneo. El otro tema en el que tuve que focalizarme fue en el baile, porque acá manejan otra energía y yo venía acostumbrado a otro tipo de cosa. Tenés que acoplarte a la energía de ellos, que es mucho más agresiva, y que después se transmite bailando. Aprendí mucho de esto, es como que me desperté... En Buenos Aires estamos acostumbrados a trabajar un poco más relajados; en Broadway, todo es muy intenso. La gente aprende muy rápido porque la competencia es atroz. Eso implica otro tipo de entrenamiento y otro tipo de reglas para el trabajo. Y uno tiene que estar preparado.

¿Cómo fue la experiencia de trabajar en Broadway en El violinista sobre el tejado?
Fue una gran experiencia que duró casi dos años, contando las audiciones, que fueron muchas. ¡Fue genial! No sólo el hecho de estar trabajando en Broadway sino también el ser parte del elenco original, trabajando desde los inicios del musical, estando en el proceso de gestación de la obra y de los primeros ensayos. A su vez, el haber participado como swing, el actor que debe interpretar diferentes personajes, fue muy importante. Al principio me asustó la idea de tener que aprender tantos roles, porque cubría a catorce personas, pero el entrenamiento que me dio fue increíble. Ahora siento que estoy capacitado, que si me largan al escenario puedo hacer que la cosa funcione, porque tengo el training de salir y rendir. Fueron dos años alucinantes. Además, el musical me permitió trabajar con las grandes estrellas Rosie O´Donnel (foto derecha), Harvey Fierstein y Alfred Molina. Aprendí mucho de ellos.

¿Y cómo fue tu trabajo con Nacha Guevara?
Mi trabajo con Nacha fue tan gratificante como lo que hice en Broadway. Aprendí muchísimo con ella, hubo mucha conexión. Nacha me vio bailando en Chicago y se interesó por mí para que le diera clases. Para mí fue una satisfacción que alguien como ella me viera en el escenario y se impresionara con lo que hago. Con el tiempo, Nacha empezó a generar un espectáculo que, en principio, iba a ser un unipersonal; pero después decidió que quería poner bailarines. Entonces yo empecé a trabajar en la coreografía de 60 años no es nada, que hicimos en España. Estuve pegado a ella por seis meses: en la gestación del espectáculo, en los ensayos; yo era el coreógrafo y además la asistía, porque ella dirige, pone las luces, hace todo. ¡Y sabe! Yo la respeto mucho como artista, creo que es una de las personas más sabias.

Antes de actuar en New York, trabajaste en teatro regional, haciendo giras con musicales de Broadway...
Es muy bueno que en Estados Unidos, además de Broadway (que es algo limitado por la gran competencia) haya mucho teatro regional, tours y giras de los musicales. La gran mayoría son producciones excelentes, al nivel de Broadway. En giras de este tipo hice Cats (foto derecha), Amor sin barreras, The King and I, Damn Yankees y El hombre de la mancha, entre otros. Y se trabaja igual que en Broadway, con la misma seriedad y profesionalismo.

En Argentina también tuviste la posibilidad de trabajar en importantes producciones de comedias musicales.
Sí, tuve la suerte de formar parte de algunos elencos de comedias musicales que fueron montadas en Argentina por la misma gente que las había montado en Broadway, como Cats, El beso de la mujer araña (junto a Valeria Lynch, foto izquierda), con el hiper-reconocido Harold Prince, y Chicago. Desde ahí ya empecé a conocer este mundo. Creo que combinar el talento creativo de Broadway con el talento y la pasión argentina es grandioso, por eso las obras resultaron tan buenas. Quizá los argentinos no tengamos tanta disciplina o un entrenamiento sofisticado, pero la pasión y el talento no se pueden discutir.

¿Cómo fueron tus comienzos en la danza o la comedia musical?
En realidad yo empecé tarde a estudiar danza, tomé mi primera clase a nivel profesional a los 19 años. Anteriormente solo había hecho algo de danzas folklóricas judías. Tenía una especie de mandato familiar; vengo de una familia de profesionales: todos eran doctores, psicólogos, pediatras y ponerme a estudiar baile mucho no prometía. Por eso empecé a cursar Diseño Gráfico en la Universidad de Buenos Aires, y lo hice durante dos años. Pero en esa misma época empecé a tomar clases de baile: tap con Alberto Agüero y contemporáneo en el San Martín. Conté con la suerte de empezar a trabajar pronto, en la comedia musical Yo y mi chica. Paralelamente tomaba clases de baile clásico y de jazz con Moira Chapman y Manuel Vallejos. Y siempre acudí a clases de canto.

¿Desde esos tiempos ya querías estar en Broadway?
Creo que todo el que se dedica a la comedia musical tiene el sueño de Broadway. Yo lo tenía, pero lo veía como algo lejano. Nunca me imaginé que algún día podría llegar. Tenía un deseo fuerte, pero lo creía imposible. Ahora siento que no es imposible, que se puede hacer, pero que no se da por casualidad. Yo soy laburador y me maté para lograrlo. Pude pasar de juntarme en la casa de amigos a ver videos de los premios Tony a estar en los Tonys representando El violinista en el tejado. ¡Se puede lograr! La gente piensa: “Sólo llegan los elegidos, los talentosos...”, pero talento y trabajo van juntos y no se puede lograr una cosa sin la otra. Hay que laburar mucho y yo lo hice desde el principio. No es fácil porque uno está condicionado a lo que tiene y lo que no, a lo que Dios le dio. Y contra eso no se puede hacer nada… Por eso la clave es trabajo.

A largo plazo ¿te ves más instalado en Estados Unidos o en Argentina?
Me costó mucho ese tema, estuve mucho tiempo con la valijita, sintiendo ‘no soy de aquí, no soy de allá...’. Pero creo que soy un privilegiado y tengo dos casas. Siento que en Estados Unidos tengo mi casa y en Argentina también, que puedo volver cuando quiero. Pero llegar a sentirme así fue un largo proceso durante el que me pude dar cuenta cuáles son mis prioridades y qué quiero hacer de mi vida. Vivo en Nueva York, pero tengo dos casas.

¿Qué consejo le darías a tantos bailarines o artistas a los que les gusta la comedia musical y sueñan con llegar a Broadway?
Que pueden lograr eso que les parece un sueño que queda a miles de kilómetros. Pero nada se regala y hay que laburar y conectarse con la propia pasión. Todos tenemos una pasión en esta vida. A veces cuesta, a veces uno se confunde, porque parece que uno se está dedicando a algo que no es lo que debería ser.... pero todos nacimos para hacer algo. Primero hay que darse cuenta qué es y luego hay que trabajar y matarse para conseguirlo.

A Gustavo lo tenemos tambien en Argentina

Además de participar en producciones de Broadway, Gustavo Wons ha colaborado con las coregrafías del éxito musical del momento Víctor-Victoria la nueva producción de Romay que cuenta con un elenco estelar: Valeria Lynch, Raúl Lavié, Fabián Gianola, Karina K y Omar Calicchio.
Esta entrevista cuenta con fotos realizadas por el Estudio Bottazzini - Scherbacoff.
(*) Foto de Broadway.COM