La fidelidad a los sueños.

Por Paola Rompato

Des-ilusiones

Actores, cantantes, bailarines, acróbatas, músicos… todos ellos en escena para materializar un sueño del joven autor y director Nicolás Pérez Costa: el musical Des-Ilusiones, que se estrenó el viernes 23 de enero en el teatro La Comedia.

Para relatar esta historia en clave de “music-hall”, Pérez Costa se asoció con Nacho Medina -otro muy joven artista- autor de la música del espectáculo. Así, en conjunto, lograron plasmar en la escena una idea acabada, que deja traslucir el esfuerzo, la dedicación y las interminables horas de trabajo a conciencia que estos dos creadores invirtieron para ver concretada su obra, siendo consecuentes con una de las premisas que se oye decir en el musical: “hay que ser fiel a un sueño”.

Esta “metáfora musical” (tal es el subtítulo que puede leerse en el programa de mano) transcurre en un circo en decadencia. El dueño del mismo es visitado por su antigua amante –antigua trapecista del circo también- quien lo invita a enfrentar un desafío: él deberá montar un espectáculo que la cautive para lograr que ella se quede a su lado. Pero si no lo consigue, si el espectáculo la aburre, él deberá abandonar el circo y comenzar con ella una nueva vida que, según sus palabras, se deben desde hace tiempo.

Al fondo del escenario, sobre una tarima y a través de las cuatro amplias tiras de tela que cuelgan desde el techo, pueden verse ocho músicos formando parte de la función circense. Intercalados con las telas, tres columpios esperan a sus trapecistas. El humo acapara la escena y una voz en off invita a la función.

Las telas (dos de color violáceo, dos de color verde) forman parte de la escenografía-coreografía y son manejadas por las bailarinas/artistas de circo que las entrecruzan o extienden dando origen a los diferentes ambientes. Otras veces esas mismas telas sirven a los acróbatas para sus piruetas y, en otros momentos, según la necesidad, son retiradas de escena para ampliar el espacio de actuación.

El diseño de luces, en una excelente operación técnica, acompañó de manera precisa y calibrada todas y cada una de las coreografías, colaborando con las telas en el armado ambiental.

El vestuario (de predominantes tonalidades verdes) y el sugestivo maquillaje (caras pintadas de blanco caracterizadas como personajes de circo), resultan sumamente atractivos y se equilibran con la escena sin ensombrecer el desenvolvimiento de los actores-bailarines-acróbatas.

El dueño del circo es representado por Martín Repetto quien dejó demostradas sus cualidades de actor no solamente por su buen desempeño a lo largo de la función, sino también cuando, a los pocos minutos de comenzada la misma, sorteó con mucha naturalidad el inconveniente técnico que cortó la amplificación de su micrófono. Asimismo, la actuación de Walter Canella, Luciana Labunia y Stella Maris Faggiano personificando a las trapecistas Mayra, Greta y Sheila, respectivamente, merece destacarse por la notable plasticidad para encarar tanto los momentos graciosos como los trágicos o emotivos.

Llegando al final de la obra un personaje sentencia: “Nadie sobrevive sin una ilusión”. Esta frase en apariencia inocente, quizás sea la que, convertida en certeza, haya servido de estímulo para que esta compañía de artistas afronte el desafío de Des-Ilusiones con empeñosa valentía, manteniéndose, por supuesto, fieles a su propio sueño.