La noche canta sus canciones

Por Damián Faccini

... aunque el silencio es el verdadero protagonista.

¿Cuánto queda de pareja en una pareja cuando sólo la costumbre y el tedio alumbran sus horas?. ¿Cuáles son los límites de la tolerancia cuando los mismos han sido quebrajados por completo pareciera hace ya décadas?. ¿Por qué aguantamos tanto?

De todas las preguntas esa es la que tal vez intente responder en sus exactos cuarenta y cinco minutos la presente pieza. Una pareja joven, pero desgastada como la de “El Coronel no tiene quien le escriba”, sobrevive a una rutina inmensa y desesperada día tras día. Él, bajo el argumento de que en algún momento será el hombre exitoso que ella espera. Ella, atenta, aunque ya sin fuerzas a una reacción por parte de quien, por la mirada de los ojos de ella, percibimos que ha sido el amor de su vida, devenido ahora en desventura y fracaso.

Hay un recién nacido que los une tanto como los separa. Una casa que atender que solo ella atiende porque él sigue portando su bata y su gesto desganado frente a la vida y ante cualquier propuesta. “No salís, no haces nada” reclama ella una y otra vez frente a un marido inmutable. “La gente no quiere venir mas a esta casa”, “Vos los hechas con esa actitud que tenes”, continua casi en un monólogo ininterrumpido y digno de lástima y piedad.

En la puesta no hay sonidos. Si el bebé llora es porque los personajes lo advierten, anunciándolo como si se tratara de alguien que nos relata algo. Si un auto llega, lo sabremos a través del mismo mecanismo.

La visita de los padres de él para conocer al nieto despierta más curiosidad todavía. La prematura abuela presenta una normalidad típicamente burguesa que de tan histérica y artificial no nos preocupa, sucediendo todo lo contrario con el abuelo. Apagado como el hijo, complejo en el discurrir de sus palabras, plantea una oscuridad que nos habla de un pasado que seguramente podría justificar lo inmutable del hombre de bata y un poco más también.

Los textos se repiten. No cansan porque son ciertos, verosímiles y prototípicos de una relación de pareja. Nada está forzado, ni siquiera las palabras que profiere la lengua filosa de ella y que nos causa una lamentable risa. Ni siquiera el autismo de él, que también refleja una realidad actual, juvenil y enfermiza de la que queremos escapar. Realidad que si bien en una primera lectura aparenta indiferencia poco a poco nos ratifica que es él quien verdaderamente AMA en esa pareja.

Contar más sería transformar al crimen perfecto en lo contrario. Quizá una confesión de este humilde columnista sirva para entender el impacto de estas dos personas en escena y del importante texto que las auna: aquella noche, tras ver la obra, mi relación de pareja, también cambió.