La perdurabilidad de un artista

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Por Fabián D´Amico

Club Capo Cabana rescata el arte de Jean François Casanovas y lo plasma en un music hall majestuoso, con gran impacto visual y virtuoso elenco.

Un músico, un actor, un bailarín puede marcar su impronta dentro del lenguaje artístico que desempeña y su “marca de autor” generar una moda pasajera o perdurar en el tiempo. Cuando se trasciende la inmediatez de la novedad, el creador se convierte en artista más allá de tiempo y del lugar. En Abril de 2015 muere Jean François Casanovas pero su estilo continúa más vivo que nunca en el nuevo espectáculo de Caviar: Club Capa Cabana.

Casanovas, desde su llegada al país y su controvertido –y censurado- show en el Bauen logra traspasar los límites habituales del music hall de transformismo, lo saca de los sitios gays y los instala en las grandes marquesinas de la ciudad. Sus espectáculos conceptuales, oníricos, con un lenguaje propio pero con viejas técnicas de playback y grandes colaboradores como Araiz, Schuchein, Patalano reciben críticas elogiosas y una acogida masiva del público en general para este tipo de representaciones. Parte de quienes forman ese emblemático grupo realizan en el Maipo Kabaret un show a la altura de su creador que impacta visualmente y lleva a la audiencia a vivir una experiencia de glamour y buen gusto.

Club Capo Cabana es una cabalgata ininterrumpida de cuadros musicales donde maquillaje, vestuario, pelucas y plumas- todos elementos de fabricación artesanal y realizada en el país por Soares- recuerdan el esplendor de la vieja revista porteña en el recinto donde brillara años atrás. Una importante producción tanto en dinero como en creatividad se refleja sobre el escenario donde todo el elenco tiene sus momentos de lucimiento personal y con una química grupal de excelencia. Escenas de alto contenido erótico como el striptease de Gabriela Figueroa o los cuidados desnudos masculinos se unen con las más naifs como lo son el clásico número de las taquígrafas o el monologo extraído de un capítulo de Yo amo a Lucy que, sin importar las veces que uno lo haya visto, resulta efectivo y es uno de los momentos más festejados de Soares.

En la creación de Walter Soares es imposible rescatar escenas más logradas que otras, ya que todas tienen una duración mínima y es esa unión, de tantos números diversos y precisos (en duración y relato), la que le otorga un ritmo sostenido y por momentos avasallante que sorprende a la audiencia y que la misma corona con aplausos sostenidos. Otro aspecto a rescatar es el respeto hacia el público, tanto en la bienvenida dada por los artistas en el hall principal del teatro donde pueden sacarse fotos con ellos y durante la representación, donde nadie es invadido u hostigado, teniendo en claro que los actores trabajan para el público y no con el público.

Walter Soares, Marcelo Iglesias (integrantes originales de Caviar) y Gabriela Figueroa son la cabeza de Club Capo Cabana junto a un joven y talentoso grupo de artistas integrales (Juan Salas, Tamara Solange, Mauricio Guzmán, Johanna Ferrau, Facundo Vivona) quienes rescatan el arte de Casanovas, lo ponen sobre un escenario de manera brillante y permiten que la cartelera porteña goce, como hace tiempo no ocurría, de un osado músic hall plagado de buen gusto y refinamiento.