Lluvia y Arcoiris

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Por Fabián D´Amico

Comedia dramática con un delicado equilibrio entre la nostalgia de un pasado oscuro y el optimismo de un presente mejor. Luis Podestá se luce en el protagónico, acompañado de un sólido elenco.

Muchas veces se critican a los discursos teatrales por el hecho de caer en lugares comunes, pero cuando son los mismos quienes crean el clima y le dan un estilo marcado al relato de una historia se tornan más que valiosos y elogiables. Esto sucede con Lluvia y Arcoiris, una agridulce historia de amor gay ambientada en un “antro” de los años '90.

Margo es un reconocido artista transformista dentro del ámbito gay capitalino. Sus shows en el café París son famosos y convocan a todo el ambiente. Esta acompañado en su camarín por Norman, un joven gay que realiza la labor de secretario-asistente-mejor amigo. Los diálogos entre ellos son chispeantes y en ocasiones desopilantes. La mayor parte de la retórica de Margo está basada en diálogos que extrae de clásicos del cine que devora todas las noches antes de dormir. Esa manera de relacionarse con el mundo exterior lo preserva de mostrar verdaderamente su carácter y sus sentimientos. Su vida, argumenta el artista, es un melodrama pero nunca una tragedia, salvo en los momentos donde la acción se congela, se enciende un cenital y Margo apela a recuerdos de su vida como Francisco y comparte con la platea experiencias dolorosas de una existencia con mucho sexo -“tuve sobre mis rodillas más hombres que servilletas”- pero sin el verdadero amor ante el temor de entregar su corazón y salir malherido.

El melodrama se torna más intenso cuando aparece Tim en su vida y cambia para siempre su visión pesimista del mundo. El tierno joven provinciano logra enamorar a Margo y le reclama que deje de lado las frases hechas de la películas y muestre su verdadero ser. Pero no todo es rosa en su vida y el destino le tiene preparado dos golpes muy fuertes, como lo son el regreso de una enfermedad y junto a ella, noticias de su familia que desatará un final inesperado y conmovedor.

Gabriel Patolsky, como autor, no esquiva ninguno de los clichés y estereotipos del ambiente gay y se regocija con ellos, creando un texto que homenajea, de forma sensible, una época como los '90, la cual Margo describe diciendo que “ahora hasta para besar hace falta usar forros”, y en la cual Norman anhela casarse con su pareja y adoptar un hijo. Una comedia dramática donde el público recibe la historia con una amplia sonrisa que se mantiene a lo largo de la representación, mérito que se comparte en igual medida, con la dirección y elenco.

Marcelo Roitman maneja bien los climas desde una dirección contenida, siempre bordeando lo sensible y con un efectivo y abrupto corte humorístico sin llegar a caer nunca en la sensiblería. Luis Podesta personifica a una Margo plagada de matices donde la experiencia y capacidad interpretativa de Podestá logra crear escenas conmovedoras que culminan en una carcajada, don solo presente en los verdaderos “cómicos” de raza, con un final a todo musical en un tema original de Gaby Goldman que da un cierre especial a la función. Margo es una criatura que con el correr de las funciones irá ganando soltura y tonalidad propia para el disfrute de la audiencia. Federico Prado-excelente como Norman- y Diego Crevacuore cumplen con creces los requerimientos de sus personajes siendo un soporte fundamental para el sostén de Podestá quien lleva sobre sus espaldas el peso de la pieza.

Lluvia y Arcoiris, ambientada en un camarín atiborrado de trajes de luces, pelucas y zapatos, es más que una obra para un colectivo o target determinado. Una propuesta valiosa que aborda temas doloroso de un pasado cercano, que fue dejando de ser tabú y que hoy puede materializarse en una comedia con el justo equilibrio entre la nostalgia de lo que fue y el optimismo de lo que es y será.