Marica

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Por Fabián D´Amico

Emotivo y poético unipersonal creado por Pepe Cibrián Campoy donde se luce como autor e intérprete.

"Marica" es una pieza escrita hace más de cuatro años por Pepe Cibrián Campoy que cobra notoriedad cuando el monólogo final de la obra se presenta en el Senado Nacional con motivo de la sanción de la ley de matrimonio igualitario. Este unipersonal marca el regreso a la actuación de Cibrián después de varios años de ausencia sobre un escenario en ese rol.

En el programa de mano el autor sostiene que Marica es un fusil escondido que pretende ser revelador en su denuncia. No es una bala perdida, es un agujero premeditado de donde no solo brota sangre, sino ideas y pensamientos. Este se pregunta ¿Qué más peligroso para el poder necio que aquellos que piensan? Y concluye afirmando que Marica soy yo, marica sos vos, marica somos todos aquellos que apostamos al amor, a la convivencia y al sentido único de la creación de Dios.

"Marica" pude considerarse como un alegato hacia los seres considerados diferentes por la sociedad. Pero más allá de todo tinte político, la obra es un homenaje a la vida y muerte de Federico García Lorca, a su estilo literario y a los actores que hicieron suyo el mundo lorquiano. El encuentro entre Lorca y su ejecutante, el cautiverio y los momentos previos a la muerte del autor disparan una serie de flash backs sobre su vida y se hacen verbo en la voz del actor los padres de Lorca, Dalí, una mujer del pueblo y el propio verdugo.

La despojada puesta con apenas una silla en escena, la precisa paleta de colores en el diseño de iluminación que marca el tránsito entre un personaje y otro, acotados desplazamientos y un traje blanco como único vestuario aleja a la obra de los rasgos retóricos y estilísticos presentes en sus grandes musicales que son una marca enunciativa particular dentro del género en Argentina.

Texto, actuación y público son la triada necesaria y suficiente para producir un bello y emotivo producto teatral. Un texto que el actor no necesita leer pero que cobra una fuerte presencia entre sus manos. Cibrián deja caer las hojas de libreto a medida que la acción transcurre con la misma dulzura, angustia, fuerza y tensión, que las palabras que brotan de la voz de los personajes .Una actuación visceral pero contenida donde los tonos, la inflexión de la voz y hasta ciertos desbordes justificados por la carga dramática del relato nos acerca a un estilo fundacional en la manera de decir y hacer teatro. Resulta imposible no recordar la voz y presencia de Ana María Campoy, para quienes pudimos disfrutar su arte, en pasajes de la obra donde intervienen los personajes femeninos.

El último elemento fundamental es el público. Un silencio casi ceremonial durante el transcurso de la obra se quiebra solo por ciertas risas nerviosas que refuerzan la tensión de una historia con final conocido, y una ovación al cierre de la representación dan marco a una conmovedora pieza teatral donde la dramaturgia, la palabra y el actor son los principales protagonistas.